A tomada da praça de Juromenha por D. Juan José de Áustria em 1662

IMG_8628Transcrição da carta enviada por D. Juan José de Áustria, filho natural de Filipe IV e capitão-general do exército da Extremadura, narrando a conquista da praça de Juromenha na campanha de 1662. Desdobraram-se as abreviaturas e separaram-se algumas palavras, mantendo-se no resto a grafia original. Documento existente no Archivo General de Simancas (cópia do original) e que me foi facultado pelo estimado amigo Julián Garcia Blanco, a quem deixo aqui o meu agradecimento.

Señor

El deseo de adelantar à Vuestra Magestad la noticia de la rendicion de Jurumeña no medio lugar a escrivir à Vuestra Magestad mas de dos renglones de mi mano con el Correo que despache ahoy ocho deste en los quales di a Vuestra Magestad el aviso y la nueva buena de quedar sus Reales Armas dentro della. Remitiendome à otro Correo que seguíria ha aquel, ahora la repito a Vuestra Magestad y pongo de nuevo a sus pies mi gozo, suplicando à Vuestra Magestad se sirva de tener presente en las ocasiones que se ofrecieren el merito que generalmente han hecho en esta los Cabos y oficiales de este ejercito, y a si mismo mandar que las rogativas que se hacian a nuestro Señor y a su Madre Santísima por este subceso se trueguen en rendidas gracias por lo que nos ha favorecido en el, siendo unica  obra de su misericordia y no de los medios humanos la dicha y brevedad con que se ha logrado; y parando a dar cuenta a Vuestra Magestad de los ultimos movimientos que hizo el enemigo y de las circunstancias con que se entrego esta Plaza, digo Señor, que se detuvo dos dias en el puerto que a quatro deste avise à Vuestra Magestad havia ocupado llevando en ambos la peor parte, asi en las escaramuzas que se trabaron como en el daño que la Artilleria de nuestra linea le hizo que fue considerable segun refirieron los rendidos, y si bien luego que llego àquel paraje comenzo a fortificarse y ha hechar gente sobre Guadiana se devio de desengañar presto de poder socorrer por alli la Plaza, por que el dia cinco marcho sobre su costado derecho siempre ativo de cañon de las lineas, y aquella noche se campo a la mesma distancia dellas, medio legua mas hacia el camino de Villavicíoza, a seis proseguio la marcha en la propria forma, y hizo alto sobre el mesmo camino. Y este dia (quizas por mostrarnos su brio ante alejarse mas) intento cargar nuestras guardias de Cavalleria con algunos Batallones, pero haviendolas yo reforzado se trabo una muy viva escaramuza, en que con poca perdida nuestra dejo muertos en la Campaña dos Capitanes de Cavallos, otros tres ò cuatro oficiales de cuenta, y algunos soldados, con que se separaron bien escarmentados de su solier. Y el dia siete hizo un pequeño movimiento por el camino de Villabicioza en que (si bien quedó siempre a nuestra vista) descubrió conocidamente la intencion de retirarse, y voló una casa fuerte que nosotros tubimos ocupada hasta que nos dio vista, a mi me parecio con esto no dilatar el hacer llamada al Governador, advirtiendole la retirada de su ejercito, y que no se le admitiria a ninguna capitulacion si aguardva a que se volasen las minas que estavan cargadas (si bien en la verdad por ninguno de los ataques haviamos todavia llegado devajo de los valuartes, por que conta continua lluvia, de fuegos artificiales, bombas, granadas, piedras, y barriles de Polbora que hechavan en el foso nos imposivilitaron totalmente el pasarle por en cima de la tierra, haviendonos quemado dos ò tres veces las galerias que se havian comenzado à hacer, con que fue preciso enterrarse por todos tres ataques, y la calidad del terreno del foso era tan fuerte que huvieramos sin duda tardado mas de otros ocho dias en de atraversarle y hacer las minas aun que por el de los Españoles no faltaria yamas de una baza para llegar al pie del baluarte), respondio el Governador, pidiendo termino de cuatro horas para juntar sus oficiales, y haviendosele dado, me embio con uno sargento mayor de la Guarnicíon el papel de demandas que va incluso numero primero, pero haviendole negado todas que me parecieron exorbitantes se ajustaron y cumplieron las capitulaciones que contiene la copia numero segundo, de que espero se dará Vuestra Magestad por servido, pues a vista de los enemigos se logró el quitarles por esta campaña un cuerpo viejo y tan considerable de Infanteria como el que Vuestra Magestad reconocera por el papel numero tercero, cuya calidad puedo asegurar à Vuestra Magestad era tan ygualmente buena que a mi y a todos los que la vimos salir nos dejó admirados, y el Governador afirmó que habian tenido mas de quatrocientos muertos. Y que quando llegué aqui con el ejercito se hallara con dos mil quatrocientos Infantes efectivos y cincuenta cavallos, lo que han dejado tocante a Artilleria, petrechos, municiones y viveres va en las dos relaciones numero quarto y quinto, y se tienen algunos indicios de que antes de capitular hecharon en el Rio muchas cantidades de todo; yo he encargado el  Govierno de la Plaza, mientras Vuestra Magestad manda otra coza, al Maestro de Campo Don Fernando de Escovedo que creo dara buena quenta del, y ahora se estan reparando las ruinas mas principales que nuestra Artilleria, Bombas e ataques han hecho en ella que son tantas, particularmente en las obras esteriores que seran menester mas de ocho ó diez dias para acomodarlas de prestado, deshacer las lineas y ajustar todo lo necesario para podernos apartir de aqui; el enemigo se halla oy en Villabicioza, haviendo comenzado en ella unas obras nuevas, y nuestra Cavalleria fue ayer a forrajear hacia Ielves [Elvas], hadonde quemo algunas casas, y trajo cantidad de granos, sin que en estos viajes padezca, como Vuestra Magestad fue servido insinuarme en despacho de dos deste, por que de mas desea ya la parte mas cerca de todos estes contornos donde hay forraje se consigue aun mismo tiempo el sustentarla, y poner en gran desconsuelo a los de Yelves biendo perder su cojecha sin que la vincidad de su ejercito baste a asegurarsela, por lo cual me dicen que tres ó quatro dias a havido algun ruido dentro de la ciudad; esto es todo lo que hasta hoy se ofrece digno de la Real noticia de Vuestra Magestad cuya C. R. P. Guarde Dios como deseo y emos menester. Campo de Jurumeña à 12 de Junio de 1662. Don Juan

Fonte: Archivo General de Simancas, Negociado de Guerra, Leg. Num. 2000, carta de Juan José de Áustria, de 12 de Junho de 1662.

Imagem: Juromenha na actualidade. Foto de JPG.

O cerco de Vila Viçosa (9 a 17 de Junho de 1665), segundo um manuscrito coevo – 3ª e última parte

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Aos 16 se deu por nova que o nosso exército se acabava de perceber, com ele levantaram as barracas de um para outro posto, não cessando a cavalaria pelos olivais nem a infantaria pelos montes, aplicando-se a fazer trincheiras. A bateria deste dia se acendeu de modo que referirá o sucesso, porque chegando-lhe socorro de novo de cavalaria e infantaria, a quiseram festejar, com mandar o Marquês que a estacada se levasse a escala vista. Para isso avançou pela uma hora do dia o terço que estava de guarda pela mesma parte do pelourinho com feixes de faxina, tão denodadamente que chovendo sobre eles as balas, com um abrir de olhos já não parecia a estacada, porque se tinham coberto de faxinas junto a ela. Neste tempo bradamos pela Senhora da Conceição, fazendo-lhe muitos votos com os religiosos de São Paulo, porque dávamos a estacada por perdida, senão que sobre ela se levanta um Português, descoberto da cintura para cima, com a espada na mão com que afastava a faxina, e em a outra uma rodela com que aparava os golpes, bradando: “Aqui filhos! Aqui filhos!”, os quais logo o socorreram com partazanas, [e] panelas de fogo, e em pouco espaço de tempo vimos rodando os castelhanos pela escarpa da estacada abaixo, que era um prodígio vê-los cair.
Pelas 6 horas do mesmo dia 16, havendo sentimento em palácio da retirada, quiseram emendar o passo, tendo-se já chegado os valados de terra e atacado uma mina a estacada; lançando-lhe fogo rebentou para trás, de que lhe morreu muita gente. Mandou então o general que se dessem de novo 3 avançadas; concorreu inumerável gente de toda a sorte, levando cada um seu feixe, não já de oliveira, porque ardiam, mas de parras, castanheiros, buxos, murtas, troviscos e outras coisas verdes, o que tudo notamos por nos passar pela porta. Deu-se a primeira avançada ao diamante da praça e ao mesmo tempo se deu outra a brecha do muro velho, com tal ímpeto que logo se fizeram senhores de uma e outra coisa. Muitos saltaram logo na primeira cava mas não saíram, porque os nossos de cima dos baluartes os abrasaram com fogo. Cobriram-se os mais com faxinas junto à estacada, mas os nossos se retiraram às cortaduras delas defendendo a cava para que não entrassem. E como os Castelhanos estavam por aquela escarpa em uma esquina, pelas costas lhe tiravam os nossos da Torre do Relógio, e do lado esquerdo, de cima do muro velho, com que receberam grande dano.
Os da brecha se fizeram senhores do posto até o templo da Conceição, aonde até a sepultura dos mortos revolveram. Em este tempo se dava a terceira avançada pela parte da Esperança e tiveram o mesmo sucesso, porque pela muita gente que lhe morresse, era mais a que avançava. Durou a contenda perto de 5 horas, sem sossego, e durou toda a noite a bateria; as bombas que lançavam dentro eram sem número e poucas caíam fora, houve muita festa em palácio com esta nova, se bem não ignoravam que lhes restava muito que vencer para renderem a fortaleza. O nosso governador e dois mestres de campo ficaram feridos aquela noite, e na mesma noite levantou facho o governador do castelo, Manuel Lobato [Pinto], por ser sinal que tinha dado ao sr. general de ser rendida a estacada.
Pela manhã de 17 do mês houve cessação de armas por espaço de meia hora, por mandar um bolatim o Marquês, dizendo que a bom partido se rendesse, porque já não tinham água. Mandou-lhe em resposta que tinham, além do poço, uma cisterna grande de água muito fresca, que podiam repartir com sua excelência, que lá havia gente muito brava que se não havia de render nem com a morte. Continuou-se a bateria frouxamente. Começou seu exército sair a campo, pelo que entendemos ser chegada a nossa gente. Quando pelas 9 horas do dia começámos a ouvir a nossa artilharia, logo retiraram a bagagem a toda a pressa, como quem não andava em si pelas novas que da batalha lhe vinham. Daí a nada os vimos vir fugindo descompostamente, mandaram ordem a 3 terços que tinham ficado com os ataques que se retirassem; e eles o fizeram de tal sorte, que os nossos de cima do baluarte lhe davam vaias, e saindo fora da estacada como leões, os trouxeram às cutiladas pelas ruas abaixo, não dando quartel a ninguém. E logo entraram em a igreja de Bartolomeu e em outras casas onde os Castelhanos tinham estado e acharam muitas riquezas; e com isto se deu fim a este sítio. Morreram dos nossos 23 ou 24 homens. Os feridos passaram de 300, entre soldados, mulheres e meninos; na mesma tarde entraram os senhores generais vitoriosos em esta vila, tendo saído em o mesmo dia da praça de Estremoz; podendo-se dizer do nosso general: Veni vidi vici, como de César.
Queria pôr aqui o rol dos prisioneiros, principalmente dos fidalgos; mas porque já estão em essa cidade o não faço. Só digo uma coisa, que é a melhor relação que se pode dar, e foi o que disse o Marquês a um nosso: que ficaram ao inimigo em Portugal passante de onze mil homens.
(pgs. 103-105)

Imagem: Equipamento defensivo de cavalaria, séc. XVII: capacete do tipo zischagge, couraça laminada sobre casaca de couro, braçais e manoplas. Pode ver-se, à esquerda, um estoque de cavalaria. Este equipamento raramente era usado de forma tão completa, excepto por oficiais superiores e generais ou por alguns militares das suas companhias de escolta. Foto de JPF, Musée Militaire des Invalides, Paris.

O cerco de Vila Viçosa (9 a 17 de Junho de 1665), segundo um manuscrito coevo – 2ª parte

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Vamos ao sítio. Entrados que foram os inimigos naquela madrugada, amanhecendo para 10 de Junho começava a nossa artilharia a jogar dos primeiros e últimos baluartes e a mosqueteria a jogar da estacada. Dois dias pelejou o terço de Don Rodrigo Moxica sem se querer render, até se não render a fortaleza como tinham gerado. Não tinha ainda disposta a artilharia, porque dizia não era necessária, porque los Españoles solo con los ojos sabian derribar los Castillos de Portugueses. Enfim houve de se render, porque viu a dificuldade da brabata. Seguiu-se o do Marquês de Liche, governado por um Fulano Barbosa, português; logo o de Angelo de Guzman, e assim os demais, por sua ordem, sem darem de sossego aos nosso. O intento do inimigo, conforme alcancei, era levar de caminho esta praça e abrasá-la, e dela caminhar a Valença, porque não levam em paciência os danos que os nossos ali lhe fazem; e assim lhe davam tanto calor, que era um perpétuo trovão a artilharia, por imaginar estar a fortaleza desapercebida; mas informado da gente que tinha, se bem por uma parte descoraçoavam, por outra diziam que já importava ao crédito do Marquês o levar a fortaleza ou perder toda a sua armada. Puseram a sua bateria de 4 meios canhões contra a Torre do Relógio, de onde os nossos lhe faziam algum dano; e contra outra torre, onde também estava outro sino, com que se dava o sinal à gente se recolher quando vinham as bombas. Ambos estes sinos se fizeram em pedaços, mas isto se remediou depois com a campaínha de Nossa Senhora dos Remédios. A 2ª bateria se pôs na travessa que sai do terreiro de Santo António contra o canto do muro velho, para nos proibir o passo do Concelho que ali ficava dentro. A 3ª bateria , que era de bombas [ou seja, de morteiros], puseram defronte da fortaleza.
Dia de Santo António, 13, não tinham dado avançada alguma de escala vista. Veio-lhe notícia que alguns batalhões de cavalaria nossa vieram a Borba lançar uns batalhões seus que aí andavam, a qual foi recolher o seu mesmo general. Então se reforçou mais a bateria e se multiplicou mais a gente contra a estacada; mas ela como dantes, sem um pau menos. Servia no mesmo tempo a cavalaria com faxina, porque sendo a infantaria pouca, o medo era muito e queriam render o castelo antes que chegasse o nosso exército. Às Avé Marias deste dia houve cessão [cessação] de armas por espaço de meia hora e foi um bolantim que mandaram aos nossos que se rendessem, senão lhe dariam uma avançada real, como se fez, dando-se princípio à mais horrenda noite que imaginar-se pode. Estando os inimigos com faxina à queima-roupa, foram-se aproximando mais à estacada, mas os nossos se desfaziam em fogo com muitas panelas de pólvora, montantes, pés de cabra, que lhe lançavam, até que finalmente lhe pegaram fogo aos aproxes, de tal sorte que nunca mais se pôde apagar, com que se lhe desfez o trabalho daqueles dias, porque era o dia mui claro e ardia ainda o fogo. Em esta noite perdeu o inimigo alguns duzentos homens, mas outros tratando sobre o mesmo caso disseram foram mais de 450 os mortos.
Aos 15 pela manhã vimos que, com um trabalho insano, iam coroando todos os montes de baluartes em roda da porta de Juromenha até o outeiro da Mina, até à porta  de Borba. Os ataques, vendo que lhe não sucedera avançada, se foram cobrindo de terra até junto da estacada, sem os nossos os poderem impedir, nem descobrir. Mas nem eles nem nós cessávamos com a bateria, por onde se descobria gente. Pelas 10 do dia se deu novo avanço, assim à parte da muralha velha como à brecha que já tinha o canto do paço do Concelho. Começaram os artifícios de fogo como se até então os não houvesse, que durou por espaço de meia hora até que, cansados ou desesperando, os castelhanos afrouxaram alguma coisa. Chegada a noite se começou a refrescar a peleja e cometendo o diamante da praça, os Espanhóis mandaram aos Alemães que se fosse também chegando ao que corresponde ao convento da Esperança, e assim se foram chegando aquela noite, não obstante o muito fogo que lhe lançavam os nossos, que por ser o vento contrário, não pôde arder a faxina; assim pela manhã apareceram em distância de uma pequena lança da estacada, com que os nossos lhe tiravam já pedradas à mão sinta. Os feridos desta noite foram muitos, morreram-lhe 7 capitães, dos soldados se não sabe, mas foram muitos. (pgs. 101-103)

Imagem: Fecho de mecha de mosquete (pormenor). Foto de JPF, Musée Militaire des Invalides, Paris.

O cerco de Vila Viçosa (9 a 17 de Junho de 1665), segundo um manuscrito coevo – 1ª parte

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Existem pelo menos três narrativas sobre o cerco que o Marquês de Caracena pôs a Vila Viçosa, entre 9 e 17 de Junho de 1665, o qual antecedeu e foi causa da batalha de Montes Claros. A mais completa está incluída na Relación Verdadera, y Pontual, de la Gloriosissima Victoria que en la famosa batalla de Montes Claros alcançò el Exercito delRey de Portugal (…) (Lisboa, Oficina de Henrique Valente de Oliveira, 1665). Outra, bastante detalhada, encontra-se num manuscrito da Biblioteca Nacional de Lisboa (FG 8998, fls. 208-230 v), tendo sido publicada por Horácio Madureira dos Santos na sua obra Cartas e outros documentos da época da Guerra da Aclamação (Lisboa, Estado-Maior do Exército, 1973, pgs. 117-150). Outra ainda, que foi transcrita por Cristóvão Aires de Magalhães Sepúlveda na História Orgânica e Política do Exército Português – Provas, vol. II, pgs. 99-105, é referida pelo autor como um manuscrito encontrado no British Museum (Mss. Port. Add. 20. 953-7, fl. 238 – Relação do Sítio que o Marquês de Caracena pôs a Corte de Vila Viçosa), mas que se trata muito provavelmente de uma cópia de um outro manuscrito, este existente na Biblioteca da Universidade de Coimbra (Descrição do Cerco de Vila Viçosa em 1665), e de que Belisário Pimenta apresenta breve referência no “Catálogo e sumário dos documentos de carácter militar existentes nos mss. da Biblioteca da Universidade de Coimbra”, sob o nº 490 (Boletim do Arquivo Histórico Militar, vol. VII, 1937, pgs. 139-140). Pelo conteúdo, aparenta ser uma carta redigida por um clérigo de Vila Viçosa, dirigida a um outro eclesiástico de Évora, dando um testemunho pessoal dos incidentes do cerco.
É a transcrição de Cristóvão Aires, ligeiramente corrigida nos pequenos erros detectados, que aqui se reproduz, vertida para português actual. Deixo aqui os meus agradecimentos ao estimado amigo Julían Gracia Blanco, que me tem dado preciosas informações a respeito deste assunto.

Relação do Sítio que o Marquês de Caracena pôs à Corte de Vila Viçosa
Aos 4 deste mês de Junho se passou a Castela o capitão de cavalos Luís de Póvoas, residente nesta praça de Vila Viçosa, suspeitando-se daria aviso do estado dela; logo aos 5 vieram os senhores generais à vila, e em primiero lugar tomar a benção à Senhora da Conceição. Partiram-se da praça e logo veio aqui anoitecer um terço do sr. Conde de S. João com um mestre de campo muito valente e experimentado, muita soma de pólvora, porque ainda que cá estava muita, perdia-se pouca em que sobejasse. Ficou a fortaleza com 2 terços pagos e um de auxiliares, muita gente da ordenança da terra, principalmente os espingardeiros, que foram os que muito dano fizeram ao inimigo.
Aos 6 começou a abalar o exército inimigo com tão grande pressa, que dormindo aos 7 em a terra de Segura, aos 8 ao meio-dia o vimos já vir descendo os outeiros da Atalaia dos Sapateiros, em demanda da fonte e tanque que ali está para beberem os cavalos. D. João da Silva, que sempre lhe andou à vista, tendo-lhes entulhado a fonte e desfeito o tanque, os obrigou a continuar a marcha, vindo no mesmo dia dormir a Alcaraviça e logo se partiu desta praça, conforme a ordem que tinham. O tenente-general D. Luís da Costa com o seu terço de cavalaria comboiando as carretas de El-Rei, que aqui andavam trabalhando, carregadas de fato e mais fazenda, que ainda restava para retirar da praça; após ele se partiu a mais cavalaria, com os comissários João do Crato e António Coelho de Góis. Aos 8 se deu rebate, que estava o inimigo em Borba queimando e assolando tudo; de Borba fez frente para Sousel. Tivemos logo aviso de sua resolução, dizendo marchava para Portalegre, e em efeito partiu um oficial de artilharia de aqui a toda a pressa, mas o inimigo, voltando de repente sobre nós, ao meio-dia andava já connosco de pelouradas. Guarneceram os nossos as trincheiras da vila até o Forte de S. Bento principiado, não para resistir, mas para quebrar o ímpeto primeiro da cavalaria. Carregou-se esta sobre a porta dos Nós com tanta temeridade como quem vinha de Borba, de tal maneira que, ficando descobertos aos do forte de S. Bento e à queima-roupa da trincheira, saíram com os mosqueteiros e não se queriam retirar. Confessaram alguns castelhanos que perderam ali até 50 homens, outros dizem que foram 70. Já vinha descobrindo o mais restante da cavalaria parte pelo outeiro da Mina, parte pelas vinhas e olivais da parte de Évora, em demanda do Reguengo de toda aquela campina de olivais.
Cerrada a noite se retiraram os nossos à fortaleza e os de S. Bento, porque seria fácil acostá-los o inimigo por terem pouca defensa, ficando na vila só os religiosos e algumas mulheres graves, que se tinham recolhido em os conventos das freiras, e deixaram as portas da vila fechadas e empedradads de pedra solta.

Pelas duas horas da madrugada, amanhecendo para o 10 entrou o inimigo bem a medo pela porta do Carrascal, e abrindo brecha na porta do corredor da casa dos Padres da Companhia, que estava fechada de ladrilho, por onde entrou uma manga de mosqueteiros com um sargento-mor do terço de Don Rodrigo Mochigua; este achou aos Padres postos na igreja com o Senhor exposto. Logo segurou-lhe não havia de fazer mal, e buscou toda a casa com medo se havia gente dentro, e os soldados lhe levaram todo o pão que tinham, dizendo havia 3 dias que não comiam. Aclarou o dia, e tendo já minadas as casas para a fortaleza começaram a pelejar, de sorte que logo diremos. Arderam muitas casas grandes, quebrando portas e janelas, arruinando-se os edifícios. Tudo nadava em vinho e azeite e mel, que por muito não se pôde retirar de todo. Não havia coisa que não fizessem em pedaços as nações estrangeiras, o que atalharam os castelhanos. Passou finalmente o incêndio, mas não cessou a mina, porque com grande inumanidade, chegou aos templos sagrados, como experimentaram os religiosos de São Paulo, tendo pedido guardas. Mas tiveram tão pouca ventura, que lhos deram de estrangeiros, e guardavam-nos de maneira que, não deixando roubar os outros, eles só lhes roubaram tudo; roubaram as celas e camas e arruinaram a livraria; despiram os altares, sacristia e todas as mais oficinas, sem deixarem coisa em que se pudesse pôr os olhos, senão que com advertência de um religioso, que acudiu logo, a consumir o Senhor já aqui não chegou a impiedade. Contudo desapareceu o sacrário, os mausoléus de madeira do Sr. Duque D. Teodósio e do Sr. Alexandre, que ali estavam em depósito; fizeram em pedaços e quiseram levantar os sepulcros, para ver se tinham neles algum tesouro; afrontaram de palavras e ainda de obras alguns religiosos, foram estes fazer queixa ao Marquês; mas voltando se viram em novos perigos e assim se foram em comunidade agasalhar com os Padres da Companhia; aonde uns e outros passaram as fomes que costuma haver em cercos apertados, dormindo em o chão por lhe terem levado as camas; também as freiras da Esperança padeceram e essas porque as encontraram no coro, servindo-se do mais convento para pelejarem contra a fortaleza; roubaram as do que tinham dentro de algumas pessoas seculares e ainda do próprio e até das imagens. Os religiosos da Piedade do convento do Bosque, junto a Borba, com 28 clérigos, vieram todos presos por dizerem eram traidores, por darem sinal para que uns batalhões nossos lhe viessem degolar outros do castelhano que ali estavam. (pgs. 99-101)

(continua)

Imagem: planta de Vila Viçosa, em Planos, Guerra y Frontera. La Raya Luso-Extremeña en el Archivo Militar de Estocolmo (Isabel Testón Núñez, Carlos Sánchez Rubio e Rocío Sánchez Rubio, Junta de Extremadura, 2003).

A última campanha de Mateus Rodrigues – a reconquista de Mourão, Outubro-Novembro 1657 (6ª e última parte)

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Logo que Francisco Pacheco aceitou ficar na praça, mandou arrimar ao terço as armas e marcharam logo para dentro da praça em companhia do senhor Joane Mendes e mais senhores do governo (…). Assim como a nossa gente entrou (…), já o inimigo estava posto em via para marchar fora, com suas armas às costas e bala em boca e mecha calada, e a cavalaria, que eram 80 cavalos, começaram a ir saindo (…) da praça, a formar-se lá fora dela, até que fosse saindo as suas bagagens, que se andavam carregando dentro em cavalgaduras nossas, que lhe deram para isso até dentro de Olivença, que são de Mourão lá sete léguas.

(…) Foram marchando os castelhanos com a cavalaria diante e o seu governador e logo a infantaria atrás, onde iam muitos feridos, e já digo que seriam 300 homens com a cavalaria pouco mais ou menos. Em a praça deixavam enterrados alguns mortos, que sempre seriam mais de 30 homens, mas os feridos passavam de 40 homens.

Antes que este inimigo saísse da praça (…), marcharam todos os nossos terços e a cavalaria para junto da estrada por onde o inimigo havia de passar, para que visse o nosso poder, que no que toca à nossa infantaria, nunca houve reino que em campanha bote tão boa infantaria e toda de uma só nação, que se admiraram os castelhanos vendo tal gente.

Estavam os terços como digo em ala com as armas nas mãos em pé pela borda da estrada adiante, e no cabo deles toda a nossa cavalaria em batalhões formada, e tudo fazia comprimento de meia légua. Foi passando o inimigo ao pé da nossa gente e não se falava palavra de uma e outra parte. Ia diante deles também o senhor mestre de campo general André de Albuquerque [Ribafria] e o senhor Dom Sancho [Manuel] diante com o governador castelhano. E assim como este seu governador da praça foi passando pela nossa infantaria, ficou tão admirado que disse “Boto a Cristo que se El-Rei de Espanha houvera tal infantaria como é esta, que fora senhor de todo o mundo”. De modo que foram marchando até acabarem de passar por toda a nossa gente, e ali fizeram alto até que acabou de chegar toda a sua bagagem e logo mandaram eles de comboio a cem cavalos, a saber: a minha companhia e a do tenente-general Dinis de Melo, mas ele não foi lá, senão o seu tenente Manuel Dias Veloso, e o meu capitão Pedro César de Meneses por cabo das duas tropas. Lá fomos comboiando a este inimigo até um lugar despovoado chamado Cheles, que são três léguas de Mourão, e ali já estavam outros cem cavalos de Olivença, do inimigo, aguardando por eles, por se lhe haver já mandado aviso para que viesse em busca deles. Ali fez o meu capitão entrega do comboio que levava e despediu-se deles, porque naquele dia até noite havia trégua de posses para efeito de se recolher aquela gente. Marchando logo foi o inimigo para Olivença e nós nos voltámos para o nosso exército, chegando ao quartel quase à meia-noite e muito bem molhados, que todo aquele dia choveu muito. E ia o nosso exército muito enxovalhado por causa do tempo, que não pode haver inimigo mais contrário que o tempo.

Vendo o senhor Joane Mendes o estado em que estava a praça de Mourão, que uma ovelha entraria pela brecha que tinha, e muito desmantelada, não se quis abalar com o exército até que não o pusesse em via de defesa e ficar mais segura.

Logo Francisco Pacheco, que (…) ficou na guarnição da praça com o tenente e com mais gente que lhe deram e muitos pedreiros começaram bravamente a taparem a brecha do muro grande, que era o principal e mais conveniente para ficarem mais descansados, e tiveram tanto trabalho que mais de trinta noites dormiram ao pé da muralha vestidos e calçados, até que se acabou de tapar a brecha. E como esteve tapada, começaram então as mais obras necessárias, mas o senhor Joane Mendes [de Vasconcelos] não esteve na campanha mais de dois dias depois que o inimigo despejou, que mais tempo havia de estar se o tempo dera lugar, mas como havia rio de passar, que é Guadiana, não se podia fazer dilação da outra banda mais tempo do que se fez, porquanto o tempo se vinha chegando muito de chuva.

Aos trinta e um dias do dito Outubro se abalou o nosso exército para suas praças (…). Ficou Francisco Pacheco [Mascarenhas] (…) na guarnição da praça com 700 homens infantes, muito boa gente, e duas tropas de cavalo, e desde a hora que ele tomou entrega da praça, que foram 28 do dito Outubro, até à hora que me ausentei, que foram em 15 do mês de Abril de 658, ficava já a praça de Mourão em tal altura que o inimigo não tinha que vir buscar a ela (…). (MMR, pgs. 441-445).

Note-se que Mateus Rodrigues refere que se ausentou de Mourão a 30 de Março de 1658 (vide 5ª parte desta narrativa) e aqui data a sua partida em 15 de Abril do mesmo ano. A discrepância justifica-se pelo facto da segunda data se aplicar à retirada definitiva do Alentejo por parte do memorialista.

Imagem: Cena de batalha, gravura de Dirk Stoop.

A última campanha de Mateus Rodrigues – a reconquista de Mourão, Outubro-Novembro 1657 (5ª parte)

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Despedido o capitão castelhano da tenda do senhor Joane Mendes de Vasconcelos, foi à pressa a dar conta ao seu governador, e (…) sempre foi e veio por a brecha, e assim como ele subiu à brecha em cima da muralha, dali chamou ao governador (…). Resolvido o governador a aceitar [as capitulações], o tornou logo a mandar ao nosso exército, à tenda do senhor Joane Mendes (…).

Aceites de parte a parte os pactos, cessaram os rigores das armas, para alívio da gente, que na verdade nos servira de grande discómodo e perda se houvera mais dilação, porque nos vinha já perseguindo muito o rigor do tempo, que é o pior que pode ter um exército, porque uns de mal haver pedece pouco, que comer com mau tempo é mal dobrado.

Mandou logo o senhor Joane Mendes preparar um terço de infantaria e mandou chamar o mestre de campo dele, por nome Agostinho de Andrade [Freire]. (…) Havia ele de ficar com seu terço na praça, e com duas tropas de cavalo logo juntamente, nomeadas as do capitão João Ferreira da Cunha e a do capitão Diogo de Barros Freire, lhe encomendava a praça, pois ficava no estado em que a via.

Ora desgraçada foi esta parte para o tal mestre de campo, porque em lugar de rectificarem ao senhor Joane Mendes do caso que dele fazia naquela ocasião, em lhe encarregar uma praça de tanta honra, e aberta daquela maneira, parece deu razão dizendo havia mister mais gente e mais cavalaria e outras razões, e que o senhor Joane Mendes se houve por muito mal aceite dele, dando-lhe logo uma repreensão não muito boa, e mandando-o logo embora, que não queria que lá ficasse. Foi-se o tal mestre de campo com alguma paixão [ressentimento] e desgosto por suceder nele aquela tão ruim sorte.

Mandou logo chamar a outro mestre de campo, por nome Francisco Pacheco Mascarenhas, natural de Besteiros, soldado de 22 anos [de serviço] com grande reputação no nosso exército, e pela ocasião de Mourão, um mês antes, passou ao posto de mestre de campo, e donde passou foi de capitão de cavalos couraças, que havia oito para nove anos que o era da minha companhia (…), e a este mestre de campo lhe haviam dado um terço novo, levantado a maior parte em Lisboa e em seu termo, de gente muito bisonha e de pouco préstimo, tirando os oficiais, e já neste tempo da campanha estava muito pequeno por lhe haverem fugido a maior parte deles.

Veio (…) este mestre de campo diante do senhor Joane Mendes e lhe pôs a mesma prática que havia feito ao outro, acerca dele ficar na praça, e ele lhe deu uma resposta que de Francisco Pacheco não se esperava menos, e com tanta graça e gosto aceitou a oferta, como que se lhe deram uma comenda, porque não o podia o senhor Joane Mendes mandar para parte nenhuma (…) que Francisco Pacheco rejeitasse, que é grande seu amigo o senhor Joane Mendes, pois foi no Brasil seu alferes antes deste Reino levantado. Louvou-lhe o senhor Joane Mendes muito o bom modo e graça com que aceitava o ficar na praça, que se muito por ele até ali havia feito, muito mais há-de fazer dali em diante. Que na verdade fez tão grande obra sua assistência em Mourão, que não me parece pudesse ficar lá pessoa alguma que em tão pouco tempo fizesse as obras que ele lá fez, até o tempo de 30 de Março de 658, que dela me ausentei. (MMR, pgs. 439-441).

Imagem: Muralha de Mourão na actualidade. Foto de JPF.

A última campanha de Mateus Rodrigues – a reconquista de Mourão, Outubro-Novembro 1657 (4ª parte)

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Os partidos [capitulações] pedidos pelo inimigo eram na maneira seguinte: que a praça se rendia, sendo servido o senhor Joane Mendes de lhe conceder levassem as duas tropas de cavalo que na praça estavam, e levassem todos o seu fato e bastimentos de Sua Majestade; e armas às costas e bala em boca e mecha calada, e que todos os portugueses que (…) lá houvessem ficado quando eles renderam a praça haviam de passar pelo partido de castelhanos, não se lhe fazendo agravo algum, e que querendo eles ficar outra vez na praça ficariam livres como de antes em suas fazendas, e se quisessem ir para Castela o poderiam fazer, e que poderia o seu governador levar uma peça de artilharia consigo, visto o privilégio de ser mestre de campo [o] concedia (…)

Representados estes partidos diante do senhor Joane Mendes de Vasconcelos e do senhor André de Albuquerque [Ribafria], mestre de campo general, e do senhor Dom Sancho Manuel, outrossim mestre de campo general, e do general da artilharia Afonso Furtado de Mendonça, começaram estes quatro senhores do governo, e juntos também alguns mestres de campo e outros oficiais maiores (…) para se deferir, a isto não constava o consentimento, em primeiro lugar do governador das armas e os dos mestres de campo generais, e nestes senhores consistia o deferir-se os partidos. Logo Dom Sancho respondeu que não havia lugar de consertos, pois eles tinham a muralha rota, de modo que se podia entrar nela batalhões de gente e debaixo da sua mosqueteria e com uma mina feita que havia de voar muita parte da muralha por onde pudessem avançar livremente, e que não largavam 80 ou 100 cavalos que lá estavam por coisa alguma; enfim, que Dom Sancho não era de parecer lhe aceitassem partidos. O senhor Joane Mendes, como mais experimentado e visto nestas coisas, e lhe parecer que sempre deferir ao inimigo os seus partidos é razão de Estado e o permite a guerra, agora o serem como eles os pedissem ou não, aí está o ponto. Contudo, respondendo o senhor Joane Mendes (…) que no tocante ao seu governador levar peça alguma, que nisso não consentia, nem tão pouco levarem nenhum género de mantimento, nem de munições d’El-Rei, nem coisa alguma, salvo o seu fato e bagagem de suas pessoas, que para levarem lhe daria todas quantas cavalgaduras eles houvessem mister até dentro de Olivença. (MMR, pgs. 436-438).

 

Imagem: “A capitulação”, de Jan Steen.

 

 

A campanha de Mourão em 1657 (um pequeno interregno)

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Afazeres profissionais e pessoais têm impedido uma maior assiduidade aqui. Conto retomar no próximo mês a campanha de Mourão de 1657, segundo as memórias de Mateus Rodrigues.

Imagem: Mourão. Planta publicada em La memoria ausente. Cartografia de España y Portugal en el Archivo Militar de Estocolmo. Siglos XVII y XVIII.

 

 

 

 

 

A última campanha de Mateus Rodrigues – a reconquista de Mourão, Outubro-Novembro 1657 (3ª parte)

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Pelos outros ataques, de roda da praça, estavam outros terços, e estes entravam uns e saíam outros de guarda cada vinte e quatro horas, para não terem uns o perigo e outros não.

Quando foi lá pelo decurso do dia de sexta-feira, já na muralha principal estava uma grande brecha aberta (…). Vendo o inimigo a muita obra que a nossa artilharia fazia, não deixou de ficar atemorizado (…) e logo se imaginou perdido de todo. Vendo o inimigo a impossibilidade de poder livrar a praça e o mais vendo não tinha aviso nenhum de socorro, se determinou a pelejar dentro da praça, fazendo pelas ruas grandes retiros e trincheiras, imaginando que nós os avançassemos a escalar sem partido, e de dentro fazia conta de se defender, e não há dúvida que nos fariam grande dano e matariam muita gente se acaso os escalassem.

Amanheceu o sábado 27 do mesmo Outubro e achou-se estar a mina que ia ao contramuro acabada, e dando-se fogo a ela, abriu uma brava brecha no muro pequeno, donde logo num improviso avançou o terço da Armada a meter-se dentro, e em seu seguimento muitos terços e cavalaria com bravo valor, botando fora às pancadas alguns castelhanos que de dentro dele pelejavam, e alguns ficaram pelas costas. Vendo o inimigo o contramuro ganhado, que já nos não podia ofender com armas de fogo, começaram a lançar muitos penedos grandes da muralha abaixo, através das casas, sobre os nossos, e papéis de pólvora, e como os nossos estavam muito baixos, não deixava o inimigo de lhe fazer muito dano, que ali feriu alguns e matou desta sorte (…). Nem por isso o inimigo fazia retirar a gente do posto que tinham, e a todo este tempo a nossa artilharia jogando fortemente e fazendo grande efeito na muralha principal, o que não se imaginava jamais por ser uma muralha muito antiga e muito forte (…), mas com tanta força jogavam os seis meios-canhões juntos (…) de tão perto da muralha, que estavam dela menos de tiro de pedra. E uma vez abalavam e outra vez derrubavam parte da muralha (…). E a nossa mosquetaria que não deixava assomar pessoa viva do inimigo à muralha, e assim estavam os nossos pelejando muito a seu salvo, mas um ora por outro morria algum nosso, que lá lhe buscava o inimigo jeito por onde obrasse.

(…) Visto a muralha estar daquela sorte, considerando isto o inimigo consigo, foi tanto o serviço que fez da muralha (…) para se defender dentro da praça (…), que foi uma coisa grande, que não havia rua lá dentro da vila que não tivesse seu retiro com trincheiras por todas as ruas, e covas, e ao pé da muralha, aonde estava a brecha aberta, da banda de dentro tinham uma trincheira feita, muito alta, com sua cova, em caso que os nossos avançassem, para dali nos fazerem grande dano.

Quando foi pelo decurso do dia de sábado, continuando sempre a nossa artilharia, se veio a fazer uma tão larga brecha na muralha e tão baixa, que já podiam entrar por ela como por uma rua (…). Vendo o inimigo o estado destas coisas, e que não podia livrar, e não tendo notícias algumas de socorro seu, se determinou a pedir consertos [ou seja, capitulações].

Chegada a aurora de 28, no domingo do dito, se determinou o inimigo  a pôr (…) logo uma bandeira branca na muralha, à vista do exército, para que cessasse o rigor das armas de ambas as partes, para efeito de tratarem os pactos que pediam. Estavam dentro da praça duas tropas de cavalos, que constavam de 80 cavalos, e por cabo delas um só capitão, por nome Dom Luís de Barrio, grande cavalheiro e muito fidalgo, que não havia dois meses que o havíamos cativado à roda da mesma praça (…).

Este Dom Luís de Barrio foi mandado pelo seu governador que lá estava, que era um mestre de campo, a tratar dos partidos. E assim como foi vista a bandeira branca na muralha, cessaram as armas de ambas as partes, e veio ao nosso exército o sobredito capitão, à tenda do senhor Joane Mendes de Vasconcelos, e logo lá foi outro capitão de cavalos, por nome Jerónimo de Moura Coutinho, para ficar na praça em refém [a troca de reféns durante a duração das capitulações, como garantia de boa-fé de ambas as partes, era um procedimento usual]. (MMR, pgs. 433-436).

Imagem: Mourão. Fotografia de JPF.

A última campanha de Mateus Rodrigues – a reconquista de Mourão, Outubro-Novembro 1657 (2ª parte)

IMG_1321Na quinta-feira, pelo meio dia, que se contaram 25 do dito Outubro, acabou de chegar todo o nosso exército à roda e circuito da praça, aonde se assentou muito bem entrincheirado. Que na verdade, por ser pouca gente, estava bem preparada e melhor governada, sem falta de coisa alguma, somente o dinheiro não era muito, que para quem o tivesse não lhe faltava tudo quanto por ele quisesse comprar.

Constava este exército de 14 terços de infantaria toda paga, que teriam sete para oito mil infantes, pouco mais ou menos, e muito boa gente, e dois mil e quinhentos cavalos, muito gentil cavalaria, é verdade, que neles entravam seis tropas que vieram da província da Beira, que tudo fazia número de dez mil homens, pouco mais ou menos.

Constava mais de catorze peças de artilharia, a saber: seis meios-canhões de 24 libras e as mais eram pequenas, de campanha, e todos de bronze.

Constava mais de três mil cavalgaduras, que carregavam os mantimentos e apetrechos de guerra. Andavam em os comboios levando mantimentos e coisas necessárias para o exército, que o vinham buscar aos lugares circunvizinhos, que por muito que um exército leva, não pode deixar de haver comboios.

Constava mais de quinhentas carretas que levavam os cavalinhos de pau e outras coisas muitas de apetrechos de guerra e mais de cem carros manchegos.

O nosso exército acabara de chegar ao sítio na quinta-feira pelo meio-dia, estando a praça já atacada do dia e noite antecedente (…). E assim como o exército chegou, se foram entrincheirando bravamente, com um fosso de grande altura [seria mais próprio dizer: de grande profundidade] e por fora ainda os cavalinhos de pau, que é um bravo engenho para reparo da cavalaria do inimigo. E não tão somente era o cuidado de se entrincheirarem, senão por todas as vias se trabalhava com bravo cuidado também nas minas, que uma se fazia para a muralha principal e outra para o contramuro. E na mesma noite se trabalhou tanto nas plataformas da artilharia, aonde ela se havia de pôr, para dali bater a muralha, que quando amanheceu na sexta-feira, 26 do dito Outubro, já seis meios-canhões de 24 libras estavam postos nas plataformas, muito bem cobertas de boa trincheira de muita sacaria de lã e de terra, que não se via da muralha donde o inimigo pelejava mais que as bocas das peças. E no mesmo tempo que eles começaram a jogar da muralha, começaram também a jogar os trabucos das bombas, que não tivemos artifício de fogo que mais dano fizesse ao inimigo (…), porque cada bomba das nossas pesava quatro arrobas [perto de 60 quilos], e mais é, em caindo uma bomba lá dentro na vila, fazia tanto estrago que aonde caía, se era em casa alguma, toda ficava por terra, (…) e as mesmas pedras das casas que as bombas arrasavam, essas matavam e feriam muitos castelhanos, e o que não caía senão em alguma rua ou terreiro, os pedaços que dela saíam, por onde davam, tudo levavam de coalho.

(…) Continuando-se (…) com a bateria das peças, que faziam tanto efeito que todo o exército se estava alegrando, vendo o muito que obravam, (…) assistia o general da artilharia Afonso Furtado de Mendonça, que fazia como grande soldado que ele é, e o tenente-general da mesma artilharia Paulo Vernola (…); assistia mais nesta bateria Dom Sancho Manuel, mestre de campo general (…), e estava também Luís Gomes de Figueiredo, mestre de campo do terço da armada, que é um bravo soldado e o terço é o melhor que há no exército. Vejam bem se estava a bateria das peças mal acompanhada. (MMR, pgs. 429-433).

Imagem: Mourão. Fotografia de JPF.

A última campanha de Mateus Rodrigues – a reconquista de Mourão, Outubro-Novembro 1657 (1ª parte)

IMG_1259A derradeira presença do soldado Mateus Rodrigues no Alentejo ocorreu entre 1657 e 1658, mas deste período apenas deixou uma descrição detalhada da campanha de Mourão. Abandonara o exército da província do Alentejo nos inícios de Fevereiro de 1654, ao fim de quase doze anos e meio de serviço e poucos dias antes da publicação do decreto régio que fixava em oito anos consecutivos o máximo tempo de serviço que um soldado pago devia cumprir antes de ser desmobilizado. Regressado à sua Águeda natal, ali casou, o que devia escusá-lo definitivamente de ser reconduzido ao cenário de guerra. No entanto, regressaria ao Alentejo três anos depois, obrigado pela fome. De acordo com as suas palavras,

(…) ninguém diga deste pão não hei-de comer, por farto que se veja, porque lá vem um ano mau de fome que obriga a comer (…) tudo quanto há. Pois o fim foi (…) que para mim houve tanta fome (…) que me obrigou a que fosse outra vez a ver as ditas guerras, desterrando-me a fortuna um ano inteiro fora de minha casa. (Memorial de Matheus Roiz, pg. 423)

O destaque dado à campanha de Mourão no derradeiro capítulo das suas memórias é justificado pelo soldado de cavalos pela sua afeição a Joane Mendes de Vasconcelos. Desejava assim destacar a “fama, valor e sabedoria” daquele cabo de guerra, logo secundado, na admiração e devoção do autor, pela figura de André de Albuquerque Ribafria.

Olivença e Mourão caíram em poder dos espanhóis no decurso da campanha de 1657. Se a primeira daquelas praças, tomada em Maio, foi uma perda de monta, principalmente pelo impacto negativo no moral (era uma das principais da fronteira alentejana e um dos vértices do triângulo defensivo Elvas-Campo Maior-Olivença), já Mourão – perdida em Junho – se revelou um problema maior para os portugueses. A partir dali, o inimigo fazia incursões nos campos do termo de Monsaraz, rapinando lavouras e gado, aldeias e montes, o que levava muitos moradores a abandonarem os seus haveres e casas, não se sentindo seguros.

Entradas de maior envergadura e alcance levaram a cavalaria inimiga até demasiado perto de Évora. Daí as repetidas queixas e solicitações à Rainha regente, para que ordenasse a reconquista de Mourão e o fim dos sobressaltos. É que sendo a região em redor de Olivença pouco povoada, não dava a perda daquela praça tantas preocupações como Mourão, cuja posse abria caminho ao controlo ou saqueio de vastas e férteis terras.

A Rainha acabou por ordenar a Joane Mendes de Vasconcelos que preparasse uma campanha destinada a retomar a praça. Todo o processo foi mantido em segredo, para que não constasse o verdadeiro objectivo do exército a formar. A partir daqui, sigamos a narrativa de Mateus Rodrigues.

Junta a gente das províncias, como era um terço de infantaria do Algarve muito bom, mas pequeno; e os de Lisboa, um terço novo da Câmara, e o da Armada; e com as tropas da Beira e muita quantidade de auxiliares de todas as comarcas deste Reino, para ficarem de guarnição nas praças, se saiu na maneira seguinte:

Aos vinte e um dias de Outubro, ao domingo à tarde, saiu o senhor Joane Mendes e o senhor André de Albuquerque com a maior parte do exército e com toda a artilharia, que constava de seis meios-canhões de 24 libras e oito peças de 12 libras e trabucos e outros artifícios de fogo.

Chegaram a Vila Viçosa pela manhã, onde fizeram alto até à tarde, donde se puseram outra vez em marcha. E chegando no outro dia pela manhã a Terena, que são duas léguas, mas muito grandes e de muito mau caminho para a artilharia, (…) aí fizeram alto e por decurso da tarde começaram a marchar, chegando à quarta-feira a Monsaraz, que já não fica mais de uma légua de Mourão. E aí se fez alto até de noite, que começou a marchar a carriagem para Mourão.

Tornando agora (…) atrás, digo que Dom Sancho Manuel, mestre de campo general na província do Alentejo, que suposto governa o partido de Penamacor, foi feito por Sua Majestade, na ocasião desta campanha, mestre de campo general, e daí ficou para sempre, (…) que merece como todos o metam na conta, como é o general da artilharia Afonso Furtado de Mendonça, que obrou em seu cargo como adiante se verá.

Digo que Dom Sancho Manuel marchou diante do grosso do exército com seis terços de infantaria e um grosso de cavalaria de 600 cavalos com suas bagagens, e quando o nosso exército chegou a Monsaraz à quarta-feira, já Dom Sancho tinha amanhecido com o seu grosso à roda de Mourão, atacando a praça, de modo que nunca foi possível poder o inimigo lançar fora aviso algum, e alguns que botava, todos lhos apanhavam cá fora. E como o inimigo não via mais que aquele pouco grosso, fazia zombaria dos nossos. Começou a jogar com sua artilharia e mosquetaria, mas com pouco efeito, porquanto os nossos estavam encobertos e não recebiam dano do inimigo, nem o inimigo também recebia dos nossos, porque eles não podiam pelejar em forma até que não chegasse o nosso exército todo junto. (MMR, pgs. 427-429)

Imagem: Monsaraz. Fotografia de JPF.

 

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – cerco e reconquista de Évora, de 24 a 26 de Junho

 

porta da LagoaNo dia e noite de 24 de Junho os combates foram particularmente violentos. Naquele dia cabiam as guardas pelo aproche de Sto. António, que ia à porta da Lagoa, e do qual aproche era engenheiro António Rodrigues, aos mestres de campo Martim Correia de Sá, Roque da Costa Barreto e Manuel de Sousa de Castro, que com a noite se preparavam para encostar à muralha 11 mantas (engenhos de cerco). Assim o fizeram, mas todas arderam pelos inumeráveis instrumentos de fogo de que dispunham os defensores. Mesmo sem nada que os cobrisse, os soldados não retiraram de junto da muralha, e quando nasceu o dia 25 ainda lá estavam.Da parte do quartel de Machede ganhou-se bastante terreno, mas saiu ferido o tenente-general da artilharia Fontenay, que guiava este aproche, e mataram os engenheiros Francisco Adão da Ponte e Bartolomeu Zenit. Os defensores, sob o comando dos mestres de campo Tristão da Cunha e Conde de Vilar Maior e do coronel James Apsley, repeliram uma sortida inimiga por aquele quartel.

Na manhã de 25 fez-se segunda chamada para as capitulações, ficando como reféns da parte portuguesa o sargento-mor de batalha Diogo Gomes de Figueiredo (filho) e António Soares da Costa, o “Machuca”, mestre de campo na província de Entre-Douro-e-Minho que se achava no Alentejo servindo como particular, e o tenente de mestre de campo general Louis de Clairan. E pela parte de Espanha, o mestre de campo D. Pedro de Afonseca, o coronel D. Francisco Franque e o capitão de cavalos D. Pedro da Rocha.

Os principais pontos acordados nas capitulações foram os seguintes: o governador (Conde de Sartirana) e toda a guarnição, oficiais e soldados de toda a sorte, qualidade e nação, sairiam pela brecha com as honras habituais nestas ocasiões, com suas armas, corda acesa e bala em boca, tocando caixas de guerra (tambores), e com suas bandeiras, com 8 cargas de munição, e toda a cavalaria com oficiais e soldados armados e montados; seriam enviados para a parte de Portugal que se lhes indicar, onde permaneceriam até ao fim da campanha, que seria em 15 de Outubro, na forma que se praticou com a guarnição de Juromenha. Se algum soldado quisesse incorporar-se no exército português, não seria impedido, e se algum oficial não quisesse ficar com a sua companhia, poderia retirar-se para Badajoz com suas bagagens e cavalos, para o que se lhe daria escolta pelo caminho mais rápido. Deram-se 2 peças de artilharia, à escolha do governador. Os enfermos e feridos iriam em carretas, e se fossem necessárias mais, se lhes dariam. Arrieiros e vivandeiros e todas as pessoas com ou sem praça deveriam sair com suas bagagens e não seriam molestadas. Poderiam sair 8 embuçados, para que fossem para Badajoz (pessoas que quisessem manter secreta a sua identidade, por terem estado envolvidas na tomada de Évora ou por serem espiões, evitando assim sofrer represálias). A toda a guarnição se lhe daria o sustento necessário enquanto estivesse neste Reino, tal como se usou no caso da tomada de Juromenha. Entregar-se-iam todas as munições, apetrechos e mantimentos que houvesse à ordem dos vedores gerais do exército do Alentejo.

As capitulações ficaram concluídas nesse dia. A 26 de Junho saiu de Évora, pela brecha que se havia feito entre as portas da Lagoa e Avis, o Conde de Sartirana com 3.800 infantes e 812 cavalos (que foram entregues ao general da cavalaria Dinis de Melo de Castro), e foram todos para Badajoz.

No mesmo dia entraram os portugueses na cidade e tratou-se logo de reforçar as defesas: pôr em condições de defesa o forte de Sto. António, fazer uma estrela no sítio dos penedos, fazer voar o Convento dos Calçados, terminar o baluarte de S. Bartolomeu e o da porta de Machede, e fazer um forte no Rossio de S. Brás, cujo centro era a dita ermida.

Imagem: Évora. A Porta da Lagoa na actualidade (2010). Fotografia de JPF.

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – o cerco de Évora, 22 e 23 de Junho

557174Ao dia 22 de Junho, o aproche que se ia escavando nas imediações da porta de Avis chegou bem perto da muralha. E não muito mais afastados se encontravam os que se aproximavam pelo quartel de Machede. A praça estava a ficar em grande perigo, mas os defensores, esperançados no socorro prometido, batiam-se com determinação.

Novo correio de San Germán para Sartirana foi interceptado no mesmo dia. Dizia ter-se perdido a 1ª cifra e mandava a 2ª em envelope com 3 selos. De resto, a carta era um duplicado da 1ª e exortava o Conde a defender a praça até perder a vida, prometendo de novo socorro.

Os espanhóis fizeram nova sortida, quando estavam na cabeça das trincheiras os terços de D. Diogo de Faro, Fernando Mascarenhas e Febo Moniz de Sampaio. Fizeram-no com infantaria e cavalaria, sendo de novo rechaçados pelo tenente-general D. Manuel de Ataíde, com 4 batalhões de cavalos apoiados por infantaria. A todas as operações deste aproche assistia o engenheiro-mor Luís Serrão Pimentel, mostrando com a prática o que havia ensinado com a especulativa. (Cunha, p. 70)

Do forte de Santo António começou o terceiro aproche, em direcção à porta da Lagoa. No sítio do Carmo mandou D. Luís de Meneses colocar uma bateria de 3 peças, que disparava contra aquela porta. Os espanhóis já sabiam da derrota do seu exército no Ameixial (os rumores corriam entre os soldados). Era altura de propor capitulações. Saiu a pedi-las o coronel D. Francisco Franque, mas os termos propostos por Sartirana não foram aceites.

No dia 23, da sua tenda no quartel da Corte, o Conde de Vila Flor escreveu uma carta a D. Diogo de Lima, Visconde de Vila Nova de Cerveira:

Senhor meu, muito devo aos castelhanos que estão em Évora por me ocasionarem a dita de ter a Vossa Senhoria tão perto, e lograr suas novas tão amíude, porque este é o meu desejo, crédito tem esta dívida, eu me acho de cama a que me obrigava grande carga de gota, mas sempre mui são para me empregar no serviço de Vossa Senhoria.

Os inimigos que se acham em Évora resistem quanto podem. Nós os atacamos como mais nos é possível e anteontem lhe assaltámos um forte de 4 baluartes que haviam feito no convento de Santo António, com linha de comunicação à praça, e ainda que o defendiam 400 soldados, o ganhámos com boa fortuna, matando uns e aprisionando outros com o sargento-mor que o governava, com o que nos fica mais fácil a empresa, e espero em Deus se conseguirá em breves dias, para que Vossa Senhoria tenha o gosto de ver a relação do sucesso. Guarde Deus a Vossa Senhoria como desejo. Campo sobre Évora, a 23 de Junho 663. (Biblioteca da Ajuda, cód. 51-VII-46, fol. 199)

Imagem: Assalto à artilharia, óleo de Philips Wouwerman.

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – o cerco de Évora, 20 e 21 de Junho

16490911droghedaA 20 de Junho começaram a disparar as baterias e a avançar os aproches. Faziam os quartos por 3 repartições e em 3 terços cada quarto. Coube o 1º pelo quartel da Corte a Sebastião Correia de Lorvela, Lourenço de Sousa e Miguel Barbosa; o 2º aos mestres de campo D. Diogo de Faro, Fernão Mascarenhas e Febo Moniz de Sampaio; o 3º aos mestres de campo Martim Correia de Sá, Roque da Costa Barreto (ambos fazendo um esquadrão), Jacques Alexandre de Tolon, Manuel de Sousa de Castro e José Gomes da Silva (que faziam outro). No quartel de Pedro Jacques se fizeram os mesmos quartos, tocou o 1º aos terços dos mestres de campo Bernardo de Miranda, Manuel Ferreira Rebelo e Simão de Sousa de Vasconcelos; o 2º a Tristão da Cunha, Manuel Teles (Conde de Vilar Maior) e ao coronel James Apsley; e o 3º ao terço de Francisco da Silva de Moura, ao regimento do tenente-coronel Thomas Hunt e ao terço de Francisco de Barros de Almeida.

A 21, ao amanhecer, ambos os quartéis tinham avançado bastante. O da Corte sofria bastante com esta glória, porque fazia este caminho por entre duas fortificações guarnecidas: o forte de Santo António e o baluarte de S. Bartolomeu. Na cabeça da trincheira, que se tinha fabricado aquela noite, havia já D. Luís de Meneses mandado fazer a plataforma da sua artilharia num reduto, em sítio mais próximo à muralha e onde o dano era maior.

O Conde de Vila Flor não consentiu que se trabucasse a praça, que como este género de instrumentos se inventaram para ruína das cidades e assombro dos moradores, a cidade era nossa para a não destruírmos, e os moradores assombrados andavam com o tirano presídio. (Cunha, pág. 62)

Neste dia 21 de Junho, estando de guarda os primeiros terços, fez o inimigo uma sortida. A infantaria susteve a sortida e a cavalaria carregou o inimigo, sob o comando do tenente-general D. Luís da Costa (mas na qual ia sem posto o tenente-general D. Manuel de Ataíde, por dúvidas que tiveram na precedência do comando). Com o exemplo de ambos chegaram os soldados até à barbacã, e deste recontro trouxeram duas milagrosas balas os tenentes-generais, que passando-lhes as poucas armas que levavam, pararam onde as não havia, se seus peitos não são mais impenetrável aço. Na mesma manhã se tomaram dois correios, um que vinha de Badajoz à praça com cartas do Duque de S. German para o Conde de Sartirana, e outro com cartas do dito Conde para o Duque. (Cunha, pág. 62)

Na noite de 21 de Junho determinaram assaltar os portugueses o forte de Santo António. O assalto foi feito por 200 infantes ingleses do regimento de Apsley, com o seu major John Belasyze, e com os capitães Nathaniel Hill, John Smith e Charles Langley; e 200 portugueses, com o sargento-mor Luís de Azambuja, dos terços dos mestres de campo Sebastião Correia de Lorvela e Lourenço de Sousa de Meneses, com os capitães Luís Álvares Pereira de Lacerda, Domingos de Carrião, Manuel Beirão e João Freire Coelho. Uma hora depois da meia-noite, ao sinal de duas peças que se dispararam na primeira investida, assenhorearam-se do forte, matando e prendendo os 400 soldados que o defendiam. Libertaram Manuel Corte Real, Presidente da Inquisição daquela cidade, que o governador da praça tinha mandado prender.

Ao estrondo que se fez durante o assalto ao forte saiu a cavalaria da praça, mas encontrou a resistência de 8 batalhões comandados por D. Manuel de Ataíde, que saiu a cobrir a infantaria. O inimigo recolheu à praça.

O ataque e contra-ataque foi narrado por D. Jerónimo Mascarenhas em pormenor. Assim, foram os ingleses cumprir as ordens recebidas muito a seu gosto e puderam constatar que todos os defensores do forte dormiam, até as sentinelas. A este aviso se preparou o assalto, dando a vanguarda a umas mangas da mesma nação inglesa, com ordem de abrir o caminho e ocupar, por segunda operação, o convento de Santo António como o mais preciso da empresa, pois com ele se impediria aos de dentro a retirada (…). Acercaram-se sem ruído, às doze [horas], ao flanco que tinham reconhecido, e penetrando o fosso e a estacada com o mesmo sossego, subiram ao parapeito (…). Então, rompendo o silêncio com bárbaros gritos e repetidas salvas, foram seguidos dos portugueses, que logo acudiram por todas as partes com a mesma facilidade. Assim ficou a gente espanhola, parte morta antes que desperta, e a demais, passando do sono ao terror e à confusão, fugiu sem armas até à cidade, sem se deter até à praça maior, onde (…) chegaram oficiais, e entre eles capitães, sem suas espadas, que as tinham largado para consegui-lo com mais ligeireza. O inimigo, vendo-os desaparecer tão depressa, teve lugar de alternar os mosquetes com os piques e estacas que sacava do fosso do forte para fortificar-se lá dentro. e quedando o convento em seu poder, lhe faltou pouco que fazer para esperar em boa forma aos que quisessem contestar a sua conquista. O governador encontrava-se no baluarte de São Bartolomeu como no posto mais ameaçado, à primeira notícia que teve da desdita mandou sair imediatamente o batalhão de guarda da porta de Avis com 150 alemães a pé, a quem assistiam em pessoa o coronel Barão de Carondelet e o Barão de Prancq seu tenente-coronel, juntando-se-lhes uma manga de italianos (…) com o capitão Pra, todos sacados do posto de São Bartolomeu, onde trabalhavam no contra-aproche (…). Era a ordem que levavam de passar ao convento, onde se supunha haver-se acolhido parte dos defensores com o sargento-mor, que não aparecia entre os da fuga, e prosseguir em limpar o forte dos inimigos, enquanto (…) se lhes enviava reforço de cavalaria com o comissário geral dela, e outro número da melhor infantaria. Porém a velocidade do sucesso e a disposição ajustada com que o inimigo soube aproveitar-se dele, atalhou o efeito a todas estas diligências. Chegaram os da saída até às ruínas do convento do Carmo, que os cobriam, e vendo a alguma distância atrás infantaria dobrada, que não se movia nem disparava, enviaram batedores a perguntar “quem vive?”, ao qual responderam “viva Espanha!”, convidando-os com esta astúcia a aproximarem-se. Avançaram com efeito até ao princípio da trincheira e quase até aos piques, onde toparam com uma salva tão pronta e numerosa de mosquetaços, que foi milagre não estropiar-se a maior parte. Perdemos então o capitão de cavalos D. Juan de Zurita e outros muitos feridos, com o que pareceu preciso retirar-se a gente a seus primieros postos. (Mascarenhas, fls. 50 v-52)

Naquele mesmo dia 21, o capitão Manuel Rosado, do terço do mestre de campo Sebastião Correia de Lorvela, assenhoreou-se do posto do Carmo. E pelo aproche que ia à porta de Avis, na mesma noite se aproximou do baluarte de S. Bartolomeu, com 150 mosqueteiros, o sargento-mor Manuel da Silva de Orta, do terço do mestre de campo Fernando Mascarenhas, e nele persistiu toda a noite, contra a resistência da praça.

Imagem: Infantaria inglesa em acção, 1649 (ilustração moderna, referente ao cerco de Drogheda, Irlanda).

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – de 17 a 19 de Junho

IMG_2822A 17 de Junho começou o Conde de Vila Flor a dividir o exército em dois quartéis para iniciar o sítio. O “quartel da Corte” (ou seja, o que compreendia o comando supremo) alojou em Valbom, quinta dos padres da Companhia de Jesus, pouco distante da muralha contra a porta de Avis. Tratava-se de um lugar coberto de algumas eminências. Neste quartel assistiam os oficiais superiores, com 1.200 cavalos à ordem do general da cavalaria Dinis de Melo de Castro e dos tenentes-generais D. Manuel de Ataíde, D. Luís da Costa e D. Martinho da Ribeira, e dos comissários gerais Duarte Fernandes Lobo e Matias da Cunha; e 5.100 infantes com os mestres de campo Sebastião Correia de Lorvela, Lourenço de Sousa de Meneses, Martim Correia de Sá, Roque da Costa Barreto, Manuel de Sousa de Castro, D. Diogo de Faro, Jacques Alexandre Tolon, Fernão Mascarenhas, Miguel Barbosa da Franca, Febo Moniz de Sampaio e José Gomes da Silva, e o sargento-mor Salvador Freire com o terço de Santarém.

O outro quartel ficou um quarto de légua contra a porta de Machede, numa colina que levanta ali o terreno, e este se entregou ao mestre de campo general da Beira, Pedro Jacques de Magalhães, com 1.100 cavalos à ordem do tenente-general D. João da Silva e dos comissários gerais João do Crato, D. António Maldonado e Gonçalo da Costa de Meneses; e 5.000 infantes dos regimentos ingleses e dos terços dos mestres de campo Manuel Ferreira Rebelo, Bernardo de Miranda, Manuel Teles da Silva (Conde de Vilar Maior), Tristão da Cunha, Francisco da Silva de Moura (comandado pelo seu sargento-mor Manuel de Sequeira Perdigão), Simão de Sousa de Vasconcelos (com o seu sargento-mor Simão de Miranda no comando) e Francisco de Barros de Almeida.

Os dias 18 e 19 foram passados a tratar da forma dos quartéis e disposição das baterias. Ganhou-se um casarão, perto da muralha, lugar capaz para uma bateria, pela acção do capitão João Porsenoost, do terço do mestre de campo Sebastião Correia de Lorvela, com 50 mosqueteiros a peito descoberto. Ganhou-o contra todas as defesas da praça e sustentou-o até se colocar a 1ª bateria, de 5 canhões, contra aquela cortina que compreende as portas de Avis e da Lagoa. Quatro peças disparavam do quartel de Pedro Jacques e batiam contra a muralha que está entre as portas de Machede e Avis.

Imagem: “O outro quartel ficou um quarto de légua contra a porta de Machede, numa colina que levanta ali o terreno (…)”. A fotografia mostra, ao fundo, a elevação a que se refere António Álvares da Cunha, observada a partir do edifício da Universidade de Évora. Foto de JPF.

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – de 12 a 16 de Junho

modern-impression-of-a-tercio-by-artist-cabrera-pec3b1a-source-magazine-desperta-ferroA 13 de Junho partiu de Estremoz o Conde de Vila Flor com 7.000 infantes, 2.000 cavaleiros e 18 peças de artilharia. Em relação ao exército que havia triunfado no Ameixial, a força que rumou a Évora estava diminuída em 5 terços e 5 companhias de cavalos, devido ao envio de tropas para guarnecer Campo Maior, Monsaraz e Portalegre e às que ficaram em Estremoz. Alojou na ribeira de Tera na noite de 13 e na Venda do Duque na noite seguinte.

A 12 de Junho tinha saído de Aldeia Galega (actual Montijo, na margem sul do Tejo) o Marquês de Marialva, pelo caminho de Évora. Comandava 3.500 infantes em 8 terços (dois deles comandados por sargentos-mores) e 300 cavalos em 4 companhias, além de 4 peças de artilharia. No dia 15 encontrou-se com o Conde de Vila Flor no rio Degebe. À chegada do Marquês fez o exército de Vila Flor as costumadas cortesias militares. Os dois exércitos, que tinham diferentes generais, passaram a formar apenas um, e o Marquês de Marialva cedeu o bastão de comando ao Conde de Vila Flor, que anos antes tinha sido seu subordinado. No final desse dia 15 acampou o exército nas cercanias do convento do Espinheiro, no mesmo local onde anteriormente ficara o exército de D. Juan de Áustria, na sua rota de retirada.

A 16 de Junho o exército português avistou Évora. Dinis de Melo de Castro conduziu toda a cavalaria à ocupação de postos no exterior da cidade, travando algumas escaramuças sem grande oposição por parte do inimigo. Este tratou só de defender o interior da cidade, cujas fortificações estavam todas defensáveis, pois tinham os ocupantes (e os moradores forçados) nelas trabalhado com bastante diligência.

O milanês Conde de Sartirana, apelidado de “Marte de Itália”, defendia Évora com 3.500 infantes em 8 terços, sendo que 4 eram espanhóis, 2 eram regimentos de alemães e 2 eram terços de italianos. O comissário geral do troço do Rossilhão, D. Carlos Tasso, comandava 800 cavalos. Havia 13 peças de artilharia.

A gente da cidade capaz de pegar em armas foi expulsa, incluindo os religiosos, de modo a fazer aumentar os abastecimentos disponíveis.

Imagem: Um terço espanhol em acção (anos 40 do século XVII). Desenho do ilustrador espanhol José Daniel Cabrera Peña.

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – de 9 a 11 de Junho

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Ao amanhecer de 9 de Julho partiu o general da cavalaria Dinis de Melo de Castro com 1.500 cavalos para o local por onde se retirou o inimigo, a recolher os despojos da campanha. Naquele dia, depois de todos darem graças a Deus pela vitória, começou-se a dar sepultura aos defuntos, que foram 7.033, o que levou António Álvares da Cunha a afirmar que muitos anos há se não viu em batalha na Europa tanto número de mortos (pg. 53). Destes, 1.500 portugueses. Foram imensos os despojos que repartiram entre si os soldados.

Não salvou D. João de Áustria desta batalha mais do que 2.000 cavalos e pouco mais de 500 infantes. A maior parte dos seus cabos foram muitos dias reputados por mortos, porque cada um se salvou por onde pôde, e apareceram em Badajoz dias depois.

D. Jerónimo Mascarenhas refere números diferentes para as perdas espanholas: O número dos soldados [feridos e capturados], bem contra o que publicaram os portugueses em suas relações, não passaram de mil, e quase igual foi o dos mortos, os mais [deles] da infantaria, como se pode coligir de uma mostra que três dias depois se tomou ao exército de Espanha nos campos de Arronches (fl. 37).

Terminadas as cerimónias da vitória, nesse mesmo dia 9 acampou o Conde de Vila Flor com seu exército junto às fortificações de Estremoz, onde permaneceu até dia 13. A notícia da batalha chegou a Lisboa na manhã de 10 de Junho, levada por Jerónimo de Mendonça Furtado. Deram-se graças a Deus em solenes procissões e sufrágios pelos mortos na contenda. Na Casa da Misericórdia fizeram-se as exéquias por todos.

Imagem: Fortificações de Estremoz, junto às quais acampou o exército português após a vitória na batalha do Ameixial. Foto de JPF.

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – de 5 a 8 de Junho

 

Aelbert_Cuyp_Descanso no acampamento, c1660 Musée des Beaux Arts, Rennes_X

Na noite de 5 para 6 de Junho alojou o exército português sobre as vinhas junto ao Degebe, começando a fortificar a posição, com a intenção de esperar naquele sítio todos os movimentos do inimigo, até chegar a ocasião da contenda. Porém, na manhã de 6 de Junho verificou-se que o inimigo se tinha posto em marcha.

Com toda a rapidez ordenaram Vila Flor e Schomberg que o exército marchasse, cortando pela estrada de Évoramonte, caminhando toda a noite, e a 7 de Junho se alojou diante do inimigo com as costas no rio Tera, que também o exército de D. Juan atingiu. Na manhã de 8 de Junho avistaram-se os dois exércitos.

Imagem: “Descanso no acampamento”, óleo de Aelbert Cuyp, c. 1660, Museé des Beaux Arts, Rennes.

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – 5 de Junho

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Às 5 da madrugada do dia 5 de Junho, coberto pelo fogo da sua artilharia, começou o exército de D. Juan de Áustria a baixar das colinas contra o exército português, para intentar a passagem do ribeiro, o qual, ainda que não levasse água, tinha algumas dificultosas abertas. (Cunha, pg. 39)

De acordo com D. Jerónimo Mascarenhas, o português havia gastado toda a noite a fortificar as margens mais expostas ao acometimento, e ocupado pela manhã cedo as passagens mais oportunas para embaraçá-lo e reprimir a vivacidade dos que o fossem atacar. O Senhor Don Juan, que bem supunha esta diligência nos contrários, fez avançar de manhã cedo as tropas em parte de onde não estivessem descobertas (…). Dali passou a dar vista sobre a mão esquerda ao rio, donde mais provavelmente julgava poder obrar, não o permitindo pelos bordos altos ocupados em frente pela artilharia e tropas inimigas, que a todo transe trabalhavam na sua trincheira, dominando o terreno oposto, onde precisamente haviam de dobrar os espanhóis, se queriam intentar passagem por aquele costado. Porém durante este intervalo (ainda que menos de meia hora) que passou este Príncipe naquele reconhecimento, acompanhado do Duque de San Germán, quis supri-lo cegamente o ardor do corno direito [da cavalaria], que não conhecendo a importância da dilação, se moveram os primeiros batalhões, sem que se haja podido averiguar depois com qual ordem, até à margem da ribeira, expondo-se ao fogo das peças e mosquetaria inimiga. Acudiu logo Sua Alteza ao ruído, sem poder remediá-lo antes que os tiros portugueses estropiassem até sessenta homens, e entre eles ao mestre de campo Dom Gonzalo de Cordoba, irmão do Duque de Sessa, e a outros três oficiais de suposição, que depois morreram em Évora de seus ferimentos. (Mascarenhas, fl. 28v)

A artilharia portuguesa fora colocada por D. Luís de Meneses em tão proveitoso sítio que não havia peça que jogasse tiro em vão (Cunha, pg. 39). Mesmo assim, apesar de considerável dano, continuaram a avançar os espanhóis. Travando-se a escaramuça, encontraram tão rija resistência pelo corno esquerdo da 1ª linha portuguesa, à ordem do mestre de campo general Pedro Jacques de Magalhães, que foram obrigados a desistir da empresa, recolhendo-se com perda até à margem do ribeiro.

Tentando outra passagem menos defendida, resolveu a cavalaria inimiga passar uma sanja não muito profunda, quando carregou contra ela o genera da cavalaria Dinis de Melo de Castro. Tocava aquela parte por aquele dia a Jorge Furtado de Mendonça, capitão de uma companhia de cavalos da província da Estremadura, que se bateu muito bem. (Cunha, pg. 40)

Avisado da determinação do inimigo, desfilou o Conde de Schomberg o exército pela outra margem do Degebe a impedir o posto que se imaginava ser investido. Já nele tinha plantado D. Luís de Meneses 5 meios-canhões. O inimigo sofreu ainda mais nesta segunda investida do que na primeira, e foi aqui que, segundo Álvares da Cunha, perdeu pessoas de conta como  o mestre de campo D. Gonçalo de Córdova, que o autor português identifica erradamente como filho do Duque de Sessa.

Frustrados por repetidas vezes estes intentos, o exército espanhol foi alojar na planície que domina o convento do Espinheiro. Dali foram enviados a guarnecer Évora 3.000 infantes e 800 cavaleiros. Ao amanhecer começou a abalar a sua retaguarda para a parte da Venda do Duque. A sua carriagem tinha marchado por toda aquela noite, com a vanguarda e a batalha, pelo mesmo caminho que havia trazido.

Imagem: Zona nas imediações do convento do Espinheiro, onde alojou o exército de D. Juan de Áustria na sua retirada de Badajoz. Foto de JPF.

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – 4 de Junho

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No dia 4 de Junho, Vila Flor e Schomberg ficaram a saber que as tropas enviadas a Alcácer eram já recolhidas e as outras vinham pelo caminho de Montemor, a fim de se desviarem do exército, sendo impossível interceptá-las. Assim, nesse dia foi o exército português tomar quartel a Vale de Gramaxo, da outra parte do rio Degebe, contra Montoito, a 1 légua de Évora, sítio com comodidades para dispor um exército.

 Na tarde de 4 de Junho saiu de Évora o exército inimigo em batalha, nesta forma:

Vanguarda, 9 esquadrões, o 1º a cargo dos mestres de campo D. Anielo de Guzmán e D. Luís de Frias; o 2º a cargo de D. Gonzalo de Córdova e do Conde de Escalante; o 3º ao de D. Pedro da Fonseca e D. Juan Barbosa; o 4º ao de D. Rodrigo Moxica; o 5º ao de D. Ignacio de Alatriva, Rui Pires da Veiga e D. Joseph de Pinóz; o 6º ao Conde de Charni e D. Francisco Franqui; o 7º ao Barão de Carandolet e ao Conde de Losestain; o 8º ao Conde de Sartirana e D. Fabrizio Rosin; o 9º ao de D. Camilo de Dura e D. Márcio Origlia.

A 2ª linha repartia-se em 8 esquadrões. Destes, os comandantes eram: o 1º, os mestres de campo D. Lopo Gomes de Abreu e D. João Henriques; o 2º, D. Diego de Alvarado e Bracamonte e o terço de D. Francisco Tello, que não veio nesta campanha; o 3º de D. Juan de la Carrera; o 4º, D. Baltazar de Orbina e D. Diego Fernandez de Vera; o 5º de D. Francisco de Araújo, D. Gil de Villalva e os franceses de D. Jacques de Gomin; o 6º, Barão de Casestain; e por fim, o do Marquês de Cazin (um dos esquadrões é omitido). Total da infantaria: 15.612 oficiais e soldados.

 Os lados desta infantaria cobriam 20 batalhões por cada costado da 1ª linha, e 19 da segunda. A reserva constava de 12, quatro por cada lado e quatro atrás da bagagem. As companhias das guardas estavam entre as alas da infantaria. No corno direito as de D. Juan de Áustria, no esquerdo as do Duque de S. German. Governava a cavalaria da 1ª ala do corno direito o general D. Diego Caballero de Velásquez, o tenente-general da cavalaria D. Diego Correa e os comissários gerais D. Miguel Ramona, D. Luís de Sey e D. António Montenegro. O corno esquerdo da 1ª linha estava a cargo dos comissários gerais Juan Angelo Valador e D. Francisco de Aguiar, à ordem do tenente-general da cavalaria D. Alexandre Moreira. À 2ª ala do corno direito assistia o tenente-general da cavalaria D. Belchior Portocarrero, com os comissários gerais D. Juan de Novales, D. Joseph de la Reatagui e D. Juan de Ribera. A 2ª ala do corno esquerdo tinha a seu cargo o tenente-general da cavalaria D. Juan Jacome Mazacan e o comissário geral D. Hierónimo Garcia. As reservas estavam a cargo dos comissários gerais D. Carlos Tasso e D. Juan Cortés de Liña. Eram 94 batalhões com 6.300 cavalos. Havia 15 peças de artilharia.

O exército espanhol não fez mais do que avistar o português nos altos do Degebe, em cujas colinas colocou a sua artilharia e quebrou o sossego da noite com os seus tiros.

Fonte: António Álvares da Cunha, Campanha de Portugal pella provincia de Alemtejo, na Primavera do anno de 1663, Lisboa, Officina de Henrique Valente de Oliveira, 1663, pgs. 36-39.

Imagem: “Escaramuça de cavalaria”, óleo de Pieter Meulener.

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – 28 a 31 de Maio

The-Stable-of-a-Dilapidated-House,-c.1640-largeCom míngua de abastecimentos em Évora e também para aumentar as preocupações em Lisboa, D. Juan de Áustria tomou a resolução de enviar outra expedição, esta de 3.000 cavaleiros e 500 infantes sob o comando do tenente-general da cavalaria Juan Jacome Mazacán, até Alcácer do Sal. Foram os moradores desta localidade apanhados de surpresa, tendo a infantaria espanhola tomado os postos que podiam causar embaraço à sua cavalaria. Entrados em Alcácer, pilharam as casas e cometeram violências e excessos sobre os moradores, conforme reconheceu o insuspeito D. Jerónimo de Mascarenhas na sua extensa relação. Mais adianta o partidário de Filipe IV:

(…) voltou aquela cavalaria tão maltratada, que (…) foi desde então agoiro patente das desgraças que se seguiram, e que ocasionou em grande parte a sua pouca disciplina, para cujo remédio não bastou (…) a autoridade de quem a comandava (…). Pois sendo assim que na boa ordem das marchas consiste o seu melhor acerto, apartaram-se sem embargo muitos desta tão distantes do seu grosso, até Setúbal e Aldeia Galega [actualmente: Montijo, na margem sul do Tejo] (…).

O regresso a Évora, porém, ocorreria somente em princípios de Junho, conforme adiante se verá.

Imagem: “Soldados num estábulo”, óleo de Philips Wouwerman, in http://www.wouwerman.org

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – 26 e 27 de Maio

The-Sacking-of-a-Village-largeNo dia 26 de Maio, na sua tenda de campanha, o Conde de Vila Flor escrevia ao Rei D. Afonso VI:

Por carta de vinte e quatro do corrente é Vossa Majestade servido de me ordenar que com o exército de Vossa Majestade tome tal posto junto do inimigo, que com toda a certeza lhe impidamos [impeçamos] os comboios e a retirada, e oferece-me responder a Vossa Majestade sobre este particular, que assim como Vossa Majestade mo ordena acho que convém, acrescento que também é muito conveniente segurar do mesmo posto Vila Viçosa e Estremoz, e que o sítio seja tal que a inclemência do tempo não ocasione fugirem os soldados, e assim me é preciso para conservar o exército arrimar-me [aproximar-me] às praças, tendo sobre o inimigo de dia e de noite partidas de cavalaria para que de todos os seus movimentos me dêem conta, e juntamente as tenho sobre Olivença, que é a praça de donde lhe hão-de vir os seus comboios (se os mandar vir), para que com aviso de uma ou outra parte eu possa pôr-me diante a impedir-lhe uma ou outra coisa, e assim hoje elegerei com parecer de todos os cabos a parte mais conveniente, assim para estorvar os socorros do inimigo e a sua retirada, como para cobrir as praças e assegurar o melhor possível que os soldados não fujam. E perto do inimigo não será possível fazer a eleição do tal sítio, porque seria deixar as praças expostas a que o inimigo pudesse qualquer dela uma noite, levando co  a metade da sua cavalaria três mil infantes à garupa sem disso ter notícia, e seria dar ocasião a fugirem os soldados com os ter ao terreiro do sol, e poderia o inimigo sitiar-me tirando-me os comboios de mantimentos, sem ser obrigado a pelejar comigo, se o não quisesse fazer, porque, ou eu havia de fazer os comboios com todo o exército, ou eles mos romperiam com a sua muita cavalaria. E assim, Senhor, que o que convém é cobrir as praças e conservar os soldados e estorvar os socorros ao inimigo, e levantando-se de Évora pelejar com ele, e tudo isto se procurará fazer do posto que se eleger, para o que deve Vossa Majestade ser servido mandar logo engrossar este exército, com que se supra a falta de cavalaria e infantaria que se perdeu em Évora, pois é infalível que estorvando ao inimigo os comboios, haja de se pôr em marcha (…).

D. Sancho Manuel justificava a sua prudência na condução do exército (e aparente falta de espírito ofensivo) com a necessidade de obter reforços, em particular de cavalaria, em que o exército de D. Juan de Áustria tinha superioridade. Todavia, a estratégia seguida estava correcta, como em breve se veria.

Em 27 de Maio chegaram a Évora as obediências de Arraiolos, Redondo e Viana do Alentejo. Primeiro que estas localidades, veio a de Montemor-o-Novo, o que não obstou a que tivesse sido saqueada. Conforme narrou D. Jerónimo de Mascarenhas, o clérigo que se manteve fiel a Filipe IV de Espanha, na sua obra De la Guerra de Portugal, Sucessos del año MDCLXIII  (aqui vertido para português a partir da versão manuscrita do Arquivo Histórico Provincial de Badajoz, cuja cópia me foi gentilmente enviada pelo amigo Julián García Blanco, a quem aproveito para agradecer mais uma vez):

Por Montemor, vila considerável, e de território igualmente abundante e ameno, se começou a executar esta resolução, facilitando-a a sua distância de apenas quatro léguas de Évora. Havia assistido no seu castelo, durante o sítio daquela cidade, a companhia da dotação da mesma vila, que ocasionou nos moradores o descuido de enviar a tempo os seus deputados ao senhor Don Juan. Porém, depois de rendida Évora, teve a companhia ordem de passar a juntar-se com o exército português, deixando a sua pátria [no sentido de localidade] ao arbítrio de quem era dono da campanha. Marcharam 1.500 cavalos e algumas mangas de infantaria para dar-lhe a paga da sua necessidade, quando os vizinhos, avisados do seu movimento, despacharam pessoas com poderes e instruções para implorar o perdão. Mas apesar de que se vieram de caminho com o comissário geral Dom Miguel Ramona, comandante daquelas tropas, não puderam evitar a perda do seu gado, que consistia em mais de 4.000 cabeças (…). Aproveitou-se a Provedoria da maior parte do gado, que se passou durante alguns dias a dar ração de carne aos trabalhadores das fortificações (…).

Fontes: ANTT, Conselho de Guerra, 1663, Consultas, maço 23; AHPB,  D. Jerónimo de Mascarenhas, De la Guerra de Portugal, Sucessos del año MDCLXIII.

Imagem: “O saque de uma cidade”, óleo de Philips Wouwerman, in http://www.wouwerman.org

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – 25 de Maio

IMG_2753Neste dia, o exército português comandado pelo Conde de Vila Flor e pelo mestre de campo general Conde de Schomberg encontrava-se no Alandroal. Em conselho, ficou decidido que, enquanto se aguardava pelos reforços enviados de outras províncias, o exército do Alentejo devia limitar-se a cortar as comunicações e os abastecimentos entre a cidade de Évora e a fronteira.

Entretanto, na cidade recentemente conquistada, D. Juan de Áustria tomou conhecimento do dinheiro e material de guerra capturados ao exército português. Pouco antes de se iniciar o sítio de Évora, dera entrada naquela praça o numerário para o pagamento dos soldos do exército, num montante que ascendia a 45.000 escudos (um escudo correspondia a 16 reais de prata, ou 32 de bulhão, em moeda espanhola). Todo este dinheiro caiu nas mãos do exército invasor. Quanto ao material de guerra capturado, a relação dá conta de quatro peças de bronze, mil quintais de pólvora, alguma corda (morrão), duas mil balas para canhão, muito madeiramento e outros apetrechos menores para a artilharia, bem como quantidade de trigo e cevada.

(Uma relação bibliográfica será publicada no final desta série dedicada aos 350 anos da campanha de 1663, que por motivos de força maior não pôde ser iniciada no início deste mês, como eu pretendia).

Imagem: Évora – largo fronteiro à porta de Avis, por onde entrou triunfalmente D. Juan de Áustria em 22 de Maio de 1663. Ao fundo, o aqueduto. Para a direita deste fica o forte de Santo António. Foto de JPF.

Há 350 anos… Notas sobre a campanha do Alentejo de 1663 – de 14 a 24 de Maio

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Chegado às imediações de Évora em 14 de Maio de 1663, o exército comandado por D. Juan de Áustria iniciou as operações de cerco à cidade no dia 17, após se ter apossado do forte de Santo António na véspera. O convento do Espinheiro servia de quartel-general a D. Juan. Évora caiu em poder dos espanhóis em 22 de Maio.

Assinadas as capitulações, D. Agnelo de Guzmán, filho do Duque de Medina de la Torre, foi tomar posse da cidade. Entrou pela porta de Avis e aí, no largo, esperou por D. Juan de Áustria, que ficara no forte de Santo António. O senado, os prelados e os juízes da cidade também ali foram receber o príncipe. Faltou apenas o reitor do colégio, mas instado por dois padres espanhóis, acabou mais tarde por ir ter à presença de D. Juan. De resto, os novos senhores de Évora fizeram os possíveis por cativar as boas graças dos vencidos. O Duque de Eliche presenteou o mestre de campo do terço do Algarve, Manuel de Sousa de Castro, com um riquíssimo telim, pela maneira como defendera o convento do Carmo.

No dia 23, D. Juan de Áustria foi ouvir missa à Sé, tendo sido recebido com toda a solenidade. Terminado o ofício, recolheu-se ao palácio dos Condes de Basto. O exército português encontrava-se em Évoramonte. Foi aí que D. Sancho Manuel, Conde de Vila Flor, e o mestre de campo general Conde de Schomberg tomaram conhecimento da rendição de Évora. No dia 24, enquanto Vila Flor e Schomberg entravam no Redondo com o exército português, D. Juan acompanhava em Évora a procissão do Corpo de Deus.Todos os oficiais do seu exército, bem como os soldados, se apresentaram cuidadosamente vestidos e equipados. Mas o povo da cidade, por temor ou em sinal de resistência, não compareceu nem enfeitou as janelas. Nesse mesmo dia começaram os trabalhos de fortificação da cidade, antecipando um cerco por parte dos portugueses.

Imagem: Forte de Santo António (Évora). Foto de JPF.

Relação da tomada do forte de Telena e recontro dos exércitos junto ao mesmo lugar (Setembro 1646) – um documento inédito, 2ª parte

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Concluindo a transcrição da relação da campanha do forte de Telena, apresenta-se agora a segunda e derradeira parte:

Rendido o forte, nos retirámos todos ao quartel e o Conde de Alegrete, general, se resolveu em desmantelá-lo sem parecer de nenhum cabo, que era o que nos prejudicava a retirada, porque com o forte guarnecido não tinha a retirada nenhum perigo. Enfim desmantelou-se e trouxe-lhe tudo o que tinha, que de tudo tinha muito, em que entravam duas peças de artilharia de bronze muito boas, de doze libras, uma que havia sido nossa da ponte [de Nossa Senhora da Ajuda; ou de Olivença, como era então mais conhecida] e outra sua. E passado aquele dia em que o inimigo se havia aquartelado com o seu exército pouco mais de tiro de canhão do nosso, pareceu a todos que nos retirássemos, pois se havia feito a facção que nos obrigava a passar daquela parte, e que o exército não era capaz de passar adiante, nem havia sido nossa tenção outra que render Telena e tornar a Portugal; além de que também nos obrigava a fazê-lo termos o inimigo tão vizinho e tão poderoso na sua terra.

Sobre a marcha e a hora de marchar houve vários pareceres, e enfim se ajustou que se fizesse a retirada de dia com toda a bizarria, por reputação das armas de Sua Majestade. Marchou toda a bagagem aos 18 deste pela manhã com os terços que lhe tocou, ficando de retaguarda os mesmos que haviam vindo de vanguarda, sem mais diferença que levar Dom Sancho Manuel o corno esquerdo, e o direito Diogo Gomes [de Figueiredo, pai] e Francisco de Melo no meio. Marchava também de retaguarda toda a artilharia e cavalaria, e vendo-nos o inimigo retirar, suposto que já tão tarde que só os da retaguarda estavam para pelejar, por[que] tudo o demais ia já junto do rio, e muitos passando-os, saiu logo com sua cavalaria, e atacando com algumas tropas as nossas de escaramuça ainda antes de se descer a colina que baixa para o rio, com alguns tiros que se lhe fizeram com a artilharia, se retirou vergonhosamente, sem fazermos até então nada com a infantaria.

Era a tenção do inimigo entreter-nos para se vir chegando com a sua infantaria e com a artilharia, mas como se lhe entendeu, ainda que tarde, se resolveu o Conde de Alegrete no que todos os oficiais lhe gritavam, mas já em tempo que o inimigo vinha marchando com todo o cuidado por nos alcançar, porque reconhecia que estavam só daquela parte os três terços da retaguarda com a cavalaria e parte da artilharia. Marchávamos nós também em boa ordem, mas com cuidado a chegar-nos à ribeira, e chagados a ela virámos as caras, incorporando-se os três terços a tempo que o inimigo investia com toda a sua vanguarda a nossa cavalaria e a vinha atropelando, trazendo-a mais que de passeio até onde estavam os terços, de quem o inimigo recebeu tão bizarras cargas que tornou a voltar com perda de muitos. Assistia o mestre de campo general, persuadindo aos de cavalo que car[re]gassem ao inimigo, e nessa volta o fizeram alguns muito honrados, mas não tantos como eram necessários, e tornando, como eram poucos, a ser rebatidos e car[re]gados do inimigo que se vinha avançando com tudo, lhe tornaram a dar os nossos terços outras tão vivas rociadas que nem mais nem menos os tornaram a fazer desistir do intento. Caminhavam e pelejavam as usas mangas, mas sempre largaram o campo às nossas. Neste tempo sempre o general da artilharia andou valorosíssimo, porque sempre se achou muito empenhado, e da mesma maneira o mestre de campo general. Estavam os terços com notável firmeza e não se lhe[s] arrimava poder que não rechaçassem, até que da quarta vez que o inimigo deu com sua retirada lugar nos mandaram retirar, o que se fez com mais pressa do que os mestres de campo queriam. Contudo o inimigo não tornou a carregar, e passado todo o nosso exército desta parte sem perdo, nos pusémos então a canhonearmo-nos com a artilharia de parte a parte, despropositadamente, porque nos havíamos retirado até então com muito pouca gente morta, e então nos mataram alguma sem ser necessário. Dali marchámos até estes olivais em boa forma, e daqui passámos a Juromenha e tornámos para este posto, e para quê não sei eu nem o alcanço. Do que resultar ao diante darei conta. Em 26 de Setembro de 1646.

Como se pode ver, a relação – ou relatório, mais propriamente – está incompleta, embora trate do essencial da acção. Pela maneira como está redigida, a capacidade de comando de Matias de Albuquerque, Conde de Alegrete, não sai nada prestigiada, em contraste com os seus rivais, o mestre de campo general Joane Mendes de Vasconcelos e o general da artilharia André de Albuquerque Ribafria. De qualquer modo, a narrativa de Mateus Rodrigues sobre os acontecimentos, bem mais viva e pormenorizada e que já aqui foi publicada (veja-se a hiperligação para a série na primeira parte deste artigo), corrobora a fraca apreciação que os subordinados de Matias de Albuquerque tinham do seu comandante.

Fonte: Biblioteca Nacional de Madrid, mss. 8187, “Relações manuscriptas de Portugal, desdo anno de 1643 athe 1646″, fls. 76 v – 78.

Imagem: Combate de cavalaria, óleo de Pieter Meulener.

Relação da tomada do forte de Telena e recontro dos exércitos junto ao mesmo lugar (Setembro 1646) – um documento inédito, 1ª parte

(c) Royal Armouries Museum, Leeds; Supplied by The Public Catalogue Foundation

Entre Julho e Agosto de 2010 foi aqui publicada uma série de artigos acerca da tomada de Telena pelo exército do Alentejo, comandado por Matias de Albuquerque. Embora composta a partir de várias fontes, a série privilegiava a narrativa do soldado Mateus Rodrigues, que participou naquela campanha. Veja-se aqui o prólogo, a primeira, a segunda e a terceira partes dessa série.

O documento manuscrito português que a seguir se trancreve diz respeito à mesma campanha e faz parte do acervo da Biblioteca Nacional de Madrid, com o códice mss. 8187. Tem por título Relação da tomada do forte de Telena e recontro dos exércitos junto ao mesmo lugar e trata-se de uma relação da operação, provavelmente feita por um oficial ou clérigo que integrou ou acompanhou o exército.

Entrámos em Castela para sitiarmos o forte de Telena com tão poucas notícias do inimigo, que o imaginávamos com três até quatro mil infantes e mil e oitocentos cavalos. Persuadimo-nos que o inimigo nos viria a impedir a passagem de Guadiana, e assim marcharam de vanguarda, para tomarem o passo, mil mosqueteiros de todos os terços à ordem dos sargentos-mores dos terços dos mestres de campo Dom Sancho Manuel e Francisco de Melo. Acompanhava-os toda a cavalaria, e nesta forma se tomou o passo, e chegado o exército que marchava bem formado em batalha, passou todo. Levava o corno direito da vanguarda o terço do mestre de campo D. Sancho Manuel, e o esquerdo o de Francisco de Melo, e o de Diogo Gomes [de Figueiredo, pai] no meio, todos três aparelhados, e nesta forma seguindo os demais onde cada um lhe tocou. Marchámos aquele dia até aquartelarmos, que se fez com boa ordem, formados na mesma batalha. E ao seguinte dia, formados na mesma ordem nos fomos sobre o forte. Aquartelou-se o exército em bom sítio e forte, suposto que distante mas de tiro de canhão, mandaram-se-lhe tomar os postos por uns dos quinhentos mosqueteiros a cargo de D. Francisco de Castelo Branco com o general da artilharia, e vendo que, ou por poucos não eram de grande efeito, ou por serem de vários terços e não terem consigo seus oficiais não faziam nada, se ordenou a D. Sancho Manuel que avançasse com o seu terço, com que se lhe deu tão boa manhã, e se lhe fez tão boa diligência, que quando amanheceu se achavam as mangas de Dom Sancho no fosso, quebrando a estacada. Pelejava o inimigo bastantemente, mas as cargas da mosqueteria de Dom Sancho o reduziu a que nehum ousava a chegar à muralha, e vendo que lhe fazíamos brecha, e que pela parte de Dom Sancho se andava já com as espadas à sua vista, se resolveu a render-se, fazendo uma chamada. Os partidos [ou seja, condições de rendição] foram: que sairiam com suas armas e bagagens e que estariam em Portugal até nos recolhermos. Não estavam ainda acabadas as capitulações quando o inimigo vinha saindo de Badajoz com o seu exército para socorrer o forte, que não havia ainda vinte e quatro horas que o tínhamos atacado, e que lhe tínhamos posto as baterias não havia seis horas. Reconheceu o inimigo, como não [a]tirávamos, que estávamos senhores da praça, e reconhecemos nós o engano com que ali nos meteramos, porque víamos muitos esquadrões de infantaria e de cavalaria ao inimigo, mais do que lhe imaginávamos, e julgámos logo por coisa milagrosa o haver-se-nos rendido o forte, porque a não o fazer naquela hora, não o fizera vendo que era socorrido, e se o não fizera, não sabemos como nos fora possível o retirarmos, porque reconhecíamos ao inimigo nove mil infantes e três mil cavalos, que é o com que se achava, com sete peças de artilharia.

(continua)

Fonte: Biblioteca Nacional de Madrid, mss. 8187, “Relações manuscriptas de Portugal, desdo anno de 1643 athe 1646″, fls. 76 v – 78.

Imagem: Artilharia e infantaria, óleo de Pieter Meulener, período da Guerra dos 30 Anos (1618-1648).

Relação da tomada de Santa Marta e Codiceira – Julho de 1646 (manuscrito inédito, 2ª parte)

Ao sábado houve nesta cidade muitas luminárias pelo bom sucesso. Ao domingo veio o inimigo com esse poder que tinha aos olivais desta cidade, mas como gosta pouco dos marmelos e azeitonas de Elvas, não os quis chegar a provar, e assim se foi sem gastarmos um grão de pólvora. Amanhecendo para a segunda-feira, estava eu à janela pelas três depois da meia-noite, e fazia muito formoso luar, veio alguma cavalaria pelo caminho que tinha ido a nossa gente.Três sentinelas que estão defronte desta cela lhe[s] perguntaram duas vezes quem eram, sem responderem, disseram-lhe que não esperassem a terceira, que havia de ser com pelouro, responderam que amigos. Perguntaram-lhe de que tropa, e se vinha ali o capitão, que falasse, como fez, e com estas circunstâncias passaram até à porta de Olivença. Adormeci, e dadas quatro horas acordei ao estrondo da artilharia e mosquetaria, assim de fora como dos muros, de maneira que cuidei que o inimigo atacara a praça, porque os pelouros de uma e outra parte cruzavam os ares. Os nossos que iam chegando festejando a cidade, e a cidade a eles, e como passavam Chinchas logo iam descarregando, e não se viam senão bocas de fogo e ruído de pelouros. Santa Luzia fez a última festa e não lhe faltavam luzes de artilharia e mosquetaria. A primeira coisa que enxerguei foi a carruagem, e tinha passado a mais da infantaria. Logo vinham as peças e depois a cavalaria. A gente que foi a esta facção foram quatro mil e quinhentos infantes e mil cavalos. Quando partiram de Arronches, que foi domingo pelas três da tarde, tiveram histórias Dom Rodrigo [de Castro, governador da cavalaria] e Dom João [de Mascarenhas, tenente-general da cavalaria] sobre a vanguarda, que dizia Dom Rodrigo que a ele pertencia, e Dom João que a sua tropa havia de vir de vanguarda, que pertencia a quem fez a facção. E estas mesmas histórias tiveram na cidade diante de Joane Mendes, e Dom João disse que assim o aprendera na escola de Flandres, e o outro na de Alentejo. O caso foi que D. João lançou no meio da sala o bastão, e disse que não havia de servir com Dom Rodrigo. Joane Mendes avisou a Sua Majestade do que se passava, e ontem, além do ordinário lhe vieram dois de cavalo, um trás doutro, e um deles era para que informasse o que havia no caso, para se compor. O inimigo, quando deixou Elvas, foi correr os campos de Vila Viçosa e Redondo, soou que a ninguém deram quartel, e que à vista de Telena mataram todos a sangue frio. Foi o caso que chegando ali com a presa e prisioneiros, viram vir algumas tropas da parte de Badajoz, e os castelhanos largaram a presa, e os nossos, cuidando o que eles cuidaram, se foram meter com as tropas que vinham, cuidando ser nossas, sendo elas de Castela. E dizendo os nossos “Viva El-Rei Dom João” foram mortos quatro ou cinco, e um castelhano cuidando ser português. Contudo, e pelas mais mentiras que acerca disto se disseram, se mandou Joane Mendes queixar por uma carta a Badajoz. Mandaram-lhe dezassete dos que tinham levado, que não eram soldados, e ele lhe[s] mandou também os que não eram soldados que tinham vindo de Santa Marta e da Codiceira. O capitão da Codiceira, com os mais soldados, está na cadeia, e não chegará a dezoito anos. Eu dormi domingo na cadeia com um português de Tomar, que à segunda[-feira] arrastaram, enforcaram e esquartejaram, porque foi a Badajoz assentar praça e esteve lá quatro meses, e vinha cá por sua espia. Um nosso português que está prisioneiro em Badajoz matou a um capitão nosso que estava do mesmo modo, estando dormindo; mandou o fronteiro de Badajoz, que é um N. de Enguiem, que se cá não determinassem alguma coisa acerca daquele caso, que também lá havia justiça.

Sábado fez oito dias que veio um homem de Juromenha com um cavalo buscar o reitor de São Paulo para lá pregar, quando foram acharam dois castelhanos de cavalo, que lhe apanharam o em que ia, e dois mil réis que levava, e se foi uma légua a pé.

Ontem de noite entraram nesta cidade treze canhões dos que estavam em Estremoz. Toda a gente paga do Reino vem a esta praça, e os corregedores vêm comboiando a de suas comarcas com as mulas que há. (…) Elvas, em 8 e 9 de Agosto de 1646.

O episódio do desentendimento entre D. Rodrigo de Castro e D. João de Mascarenhas encontra-se bem documentado e foi por mim estudado a propósito do quadro mental do combatente e a definição das hierarquias (O Combatente na Guerra da Restauração… pgs. 122-123). Quanto ao caso dos prisioneiros de guerra, das trocas e do destino a dar aos que eram acusados de traição, será o tema de próximos artigos.

Fonte: Biblioteca Nacional de Madrid, mss. 8187, “Relação da tomada de Santa Marta, e Codeceira, e outros sucessos da fronteira de Elvas, escrita pelo P.e Fr. do Teixozo Religioso capucho assistente na mesma cidade”, fls. 74-76.

Imagem: “Corpo de guarda”, óleo de Mathieu Le Nain.

Relação da tomada de Santa Marta e Codiceira – Julho de 1646 (manuscrito inédito, 1ª parte)

Dando continuidade à transcrição de alguns manuscritos portugueses do códice mss. 8187 da Biblioteca Nacional de Madrid – e prosseguindo também o que Juan Antonio Caro del Corral deixou aqui escrito a respeito do ano de 1646, que foi repleto de acontecimentos bélicos, passo a apresentar a transcrição de uma relação sobre as operações militares na província do Alentejo em Julho de 1646.

Relação da tomada de Santa Marta e Codiceira, e outros sucessos da fronteira de Elvas, escrita pelo padre Fr[ancisco?] do Teixozo, religioso capucho assistente na mesma cidade

Foram oitocentos cavalos e quatrocentos infantes a Santa Marta, seis léguas de Badajoz e sete de Olivença, atacaram a praça sem perigo, mandaram a gente que se fosse e derrubaram-lhe algumas casas, fizeram presa em alguns burros e outras coisas semelhantes, alguns deram com batacas [patacas] e outros com quartos [moedas espanholas de real] que espalharam, e outros com melhores coisas que calaram, o certo é que a ida foi de perda para Sua Majestade, e de nenhum proveito, porque a calma era grande e alguns cavalos abafaram e outros aguaram, e os inimigos com sua cavalaria tomaram os nossos nas serras de Valverde, os quais, por pelejar, largavam esse pouco que traziam, dos quais alguns foram mortos, porque não podendo marchar com a calma se ficavam às sombras. Um furriel nosso que os castelhanos mal feriram [ou seja, que feriram com gravidade] e deixaram por morto e despido porque não se quis render, depois se veio em camisa a Olivença, e escapa.

Quarta feira 24 de Julho, dia de Santiago, pelas seis horas da tarde, saiu Dom João [de] Mascarenhas com seiscentos cavalos, e André de Albuquerque com quatrocentos infantes, um é tenente-general da cavalaria e o outro general da artilharia, saíram pela porta dos banhos com suas mulas de carruagem, vieram entre o castelo e a ribeira de Chinchas e a passaram por baixo de Nossa Senhora, e logo a tornaram a passar para a cidade. E chegou toda esta gente onde foi a porta de Évora, por cima da Lameda, e dando sua salva de bastardas tornou a desavisar o mesmo caminho, e passou Chinchas pelo caminho de Portalegre, e tornou logo a voltar, ocupando o mesmo posto da porta de Évora, onde fez noite, e desapareceu sem saberem para onde. Na mesma noite se ajuntou no lugar que largou Dom João toda a mais gente da cidade, e a de Olivença com muita carruagem e quatro peças de campanha, e eu confesso que o mais do tempo depois de matinas estive à janela e que não ouvi reboliço algum, só por algumas vezes rinchar [relinchar] um cavalo. Pela manhã começou esta gente a marchar caminho de Arronches, que era o que tinha levado já Dom João a cavalaria, logo duas peças de campanha, muita infantaria, seguiam-se outras duas peças e logo a carruagem, que seriam quinhentas ou seiscentas cavalgaduras com dez mil pães, afora o biscoito, e por retaguarda a tropa de Dom Rodrigo [de Castro – ou seja, a companhia da guarda do governador da cavalaria]. Aquele dia chegaram a Arronches, e Dom João pelas onze da noite à Codiceira, e a sentinela em um cascalho que há antes de chegar sentiu os nossos, e quando chegaram lhe[s] perguntou quem eram e que fizessem alto. E lhe responderam em castelhano que amigos, e que se queriam chegar ao castelo porque o inimigo andava em campanha, repreendendo-os porque dormiam tanto. Neste tempo estavam pondo petardo, por isso o entretinham com palavras, e vindo outro nosso, e não querendo fazer alto, senão chegar-se aos outros, lhe tirou um com um mosquete e o matou, posto que também lhe falou em castelhano. Deu-se logo fogo ao petardo que foi posto no postigo, e o postigo foi fazer em pedaços a segunda porta que era de grade, e os nossos entraram e quebraram com os ombros outra porta de estacada, e encontraram já o capitão em ceroulas e descalço, que estava com a cria à ilharga. Nisto chegou toda a gente de Dom João, e não houve mais que outro morto nosso, de uma pedra que lançaram do muro, de muitas, e muito grandes, que por cima tinha. E com isto ficaram os nossos senhores do castelo e vila. Começava Joane Mendes [de Vasconcelos] a marchar de Arronches para a Codiceira quando lhe chegou nova do feito, escreveu a Sua Majestade se se havia de presidiar o castelo, mandou que fosse tido assolado. Levou dali gastadores e foi com toda a gente e o minou, e dando-lhe fogo não ficou pedra sobre pedra. Era o castelo quadrado e tinha quatro torres nos cantos, que descortinavam ao longo dos muros, e se os treze castelhanos estiveram alerta, não sei se o tomaram os nossos, porque logo lhe veio socorro de Albuquerque, que está uma légua, e não havendo canhões era muito forte. E os nossos, se não usaram da traça e os castelhanos não foram tão sonolentos, não se havia de chegar a pôr o petardo. O mesmo se fez à vila, tirando a igreja e casa do cura, que posto tinha muita fazenda, se não buliu nelas, e o Bispo de Badajoz mandou dizer ao cura que, se aqueles senhores quisessem presidiar o castelo e não trouxessem capelão, os servisse, e se o trouxessem, se fosse. Ficaram muito contentes com o bom quartel que se deu á gente. No castelo havia muitos panos, e nos pisões e moinhos, que tudo ficou assolado, e muito trigo pelas eiras, e nas hortas muita fruta, de que os de Arronches se aproveitaram. Vieram os nossos para Arronches e um soldado entrou numa horta, colheu um pepino, e levando-o à boca lhe tirou o senhor dela com uma espingarda e o matou; outro, por entrar numa vinha, foi escopeteado. 

(continua)

Realce-se os curiosos factos narrados no final desta primeira parte – a defesa da propriedade privada por parte dos civis, qualquer que fosse a nacionalidade dos soldados que a violassem, chegando-se a extremos de violência e ao assassinato. Nos casos referidos, recorrendo a armas de caça (espingarda e escopeta). Este ódio entre civis e militares, tão característico da actividade bélica do século XVII (e de toda a Era Moderna, aliás), é ilustrado por muitos e variados exemplos nas fontes narrativas e documentais durante a Guerra da Restauração.

Fonte: Biblioteca Nacional de Madrid, mss. 8187, “Relação da tomada de Santa Marta, e Codeceira, e outros sucessos da fronteira de Elvas, escrita pelo P.e Fr. do Teixozo Religioso capucho assistente na mesma cidade”, fls. 74-76.

Imagem: “Soldados em repouso numa estalagem”, óleo de Jean Michelin (c. 1616-1670), Museu do Louvre.

A tentativa de tomada de Badajoz pelo 2º Conde de Castelo Melhor, segundo uma carta do mestre de campo João de Saldanha da Gama (1645) – 2ª parte

Conclui-se aqui a transcrição da carta do mestre de campo João de Saldanha da Gama:

Eu levava à minha conta pôr o petardo principal,e o efeito dele devia ser sinal para se investir pelas outras partes. E com estes fundamentos, que pareceram bastantes para se intentar a facção, deu o Conde de Castelo Melhor conta a Sua Majestade e lhe perguntou se queria que se obrasse. Sua Majestade respondeu que sim, escrevendo uma carta ao Conde e pondo quatro regras de sua mão. Dizia que tomando-se a cidade, ele partia logo de Lisboa com todo o socorro possível, e que da Beira, Trás-os-Montes, Entre-Douro-e-Minho e Algarve mandava vir gente paga, para que de tudo se formasse um exército capaz de defender Badajoz e fortificá-lo, e que por todo o Reino mandava fazer orações para o bom sucesso da jornada. Com a resolução de Sua Majestade se preveniu tudo para o último de Julho marcharmos, e ao amanhecer dar em Badajoz. Mandou-se ordem à gente de Olivença e à de Campo Maior, para que se ajuntasse em Telena, que [é] légua e meia desta praça e duas de Badajoz pelo caminho por onde íamos. Começámos a marchar desta praça para Telena e três peças de artilharia que levávamos, e outras carroças com ferramentas e as escadas, quebraram tantas vezes, que com as consertarem e passagem do rio, chegámos a Telena uma hora antemanhã [isto é, antes do amanhecer], e não poderíamos chegar a Badajoz senão com duas ou três de dia, e como a ordem de Sua Majestade era chegando de dia não acometêssemos a praça, nos retirámos cada um para a praça donde tinha saído. E Dom Rodrigo de Castro foi com a cavalaria a correr o campo de Xerez de los Caballeros, donde trouxe novecentas vacas.

Este é pontualmente o sucesso da jornada de Badajoz. os motivos com que se intentou e os defeitos por que se não executou. Os castelhanos não tiveram notícia nenhuma de nossa jornada, nem souberam que havíamos marchado senão a dois de Agosto, que acaso vieram a Telena e viram a trilha da gente que ali havia estado.Todos os que têm vindo de Badajoz depois disto, assim castelhanos como portugueses, dizem que tomávamos a praça sem dúvida nenhuma, e isto mesmo disse Jorge de Melo e Dom Diogo de Meneses e o Conde de Santa Cruz. Queira Deus termos guardado esta empresa para melhor ocasião. Os castelhanos depois disto têm crescido a infantaria, e têm seis mil homens e dois mil e quinhentos cavalos, e a nossa cavalaria consta só de mil e cento, com que nos levam uma grande vantagem.

Haverá sete dias que o capitão de cavalos Francisco Barreto, filho natural de Francisco Barreto, único filho do morgado de Quarteira, que estava alojado com a sua companhia em Arronches, fez uma emboscada a uma companhia de infantaria que de Albuquerque vem todos os meses mudar o presídio da Codiceira, e deu nela de repente e matou trinta castelhanos e trouxe dezanove prisioneiros com as armas de todos, e as cavalgaduras em que traziam a bagagem. Eles se quiseram vingar e nos vieram aqui armar uma emboscada da outra parte de Guadiana, ainda na sua terra, e mandaram vinte cavalos que viessem tomar o gado. A nossa companhia de cavalos que estava de guarda no campo mandou alguns atrás deles, os quais, contra a ordem que levavam, passaram o rio. O inimigo, em nos vendo da outra parte, carregou sobre eles, e como levavam os cavalos cansados de correr tanto, não se puderam livrar todos, e ficaram prisioneiros doze e o tenente de  Dom Vasco Coutinho. Ficaram mortos dois. E quando fomos saindo desta cidade, se foi o inimigo retirando logo.

De Olivença saíram oito soldados de cavalo a tomar língua, e encontrando-se com trinta soldados que iam para Badajoz de uma leva, os prenderam e trouxeram todos a Olivença.

Isto é o que por cá há estes dias, e do mais que houver avisarei a Vossa Mercê. A Relação da Índia folgarei muito de ver, ainda que é grande o mal que ali nos têm feito os holandeses.

Ao senhor Chantre beijo as mãos e a Vossa Majestade Deus guarde como desejo. Elvas, 12 de Setembro de 1645. João de Saldanha

A propósito de Francisco Barreto de Meneses, que João de Saldanha refere na parte final da sua carta, assinale-se o estudo de José Gerardo Barbosa Pereira, A Restauração de Portugal e do Brasil. A Figura de Francisco Barreto (ou Francisco Barreto de Menezes), texto policopiado, dissertação de Mestrado em História Moderna, Faculdade de Letras da Universidade de Lisboa, 2001. Francisco Barreto partiria para o Brasil em 1647 e aí viria a comandar o exército que derrotou os holandeses nas duas batalhas dos Guararapes (1648 e 1649), o que lhe valeu o epíteto de “Restaurador de Pernambuco”. Em Portugal, a sua participação na Guerra da Restauração decorreu no Alentejo e na Beira, como capitão de infantaria do terço do mestre de campo David Caley, tendo demonstrado valor para ser promovido a capitão de cavalaria em 13 de Abril de 1644 e posteriormente a mestre de campo. Distinguiu-se especialmente no ataque à praça de Valença de Alcântara onde recebeu vários ferimentos em combate.

Fonte: Biblioteca Nacional de Madrid, mss. 8187, “Interpreza intentada contra Badajoz a 31 de Julho”, fls. 36-37 v.

Imagem:”Cerco de uma cidade”, óleo de Peter Snayers.

A tentativa de tomada de Badajoz pelo 2º Conde de Castelo Melhor, segundo uma carta do mestre de campo João de Saldanha da Gama (1645) – 1ª parte

A fracassada tentativa de João de Vasconcelos e Sousa, 2º Conde de Castelo Melhor e governador das armas do Alentejo, de tomar Badajoz em 1645, é um episódio bem conhecido da Guerra da Restauração. Além da narrativa do Conde de Ericeira na História de Portugal Restaurado, outros documentos impressos, nomeadamente as Cartas dos Governadores da Província do Alentejo… publicadas em 1940 por P. M. Laranjo Coelho, se referem a esse empreendimento bélico frustrado (ou sabotado pelos inimigos internos do Conde) ainda na fase de aproximação ao objectivo – mais por malícia, que por descuido, segundo escreveu o Conde de Ericeira. Também o soldado Mateus Rodrigues se refere, nas suas memórias, à incompleta campanha do desafortunado Conde, na qual participou.

Uma outra descrição da operação manteve-se até agora inédita. Trata-se de uma carta do mestre de campo João de Saldanha da Gama, comandante de um terço de infantaria, escrita ao chantre da Sé de Évora, Manuel Severim de Faria – não é referido o nome do destinatário na carta, mas o contexto dos restantes manuscritos permite identificá-lo, com razoável certeza. Uma cópia (treslado, na designação comum do período) da carta encontra-se na Biblioteca Nacional de Madrid, mss. 8187, que em boa hora o prezado amigo Julián García Blanco me fez chegar às mãos. É essa carta que aqui se apresenta, modernizada na grafia, e que por ser algo extensa ocupará dois artigos.

Beijo a mão a Vossa Mercê pela mercê que me faz nesta sua carta, pois além do interesse que tenho de boas novas suas, me mostra o caminho de as procurar, o que farei sempre como tão interessado nelas, e com a certeza deste portador não se perderão as cartas, como devia suceder à que escrevi a Vossa Mercê sobre Badajoz, pois não chegou às suas mãos, e assim torno a referir a Vossa Mercê os motivos que houve para se intentar a jornada. Badajoz é uma praça de grande circuito, tinha quatrocentos soldados pagos e os moradores da cidade faziam as guardas das portas e as sentinelas da muralha, os quais ordinariamente as não fazem com o cuidado necessário. Havia mais quatrocentos cavalos. O Marquês de Leganés estava doente. As portas da cidade eram direitas, e só com uma porta singela e sem rastilho, todas eram nove, quatro grandes e cinco pequenas que caíam para a parte do rio. A muralha toda sem flancos e pela parte por onde havíamos de cometer muito baixo. Dentro nela grande quantidade de moradores portugueses, e muitas mulheres e gente inútil. Todas estas coisas, e o desunido e segurança com que estava o inimigo ajudavam a se poder conseguir a entrepresa. As notícias de tudo isto se souberam por diferentes pessoas, línguas que se tomaram, prisioneiros que vieram, um português que ali vivia há muitos anos, que se passou para nós e um capitão castelhano, que por uma morte que lá fez se veio também a esta praça. E para maior segurança de tudo, foi daqui um sargento nosso feito almocreve a reconhecer tudo muito bem, e também um criado meu entrou lá do mesmo modo, e reconheceu as portas e o corpo da guarda, e fez as plantas de tudo. Também um engenheiro francês que ficou prisioneiro na batalha de Montijo, esteve prisioneiro sete meses sem saberem que era engenheiro, nos deu notícia de tudo. Nós tínhamos seis mil homens nestas três praças de Elvas, Olivença e Campo Maior, e mil cavalos que se podiam ajuntar com grande segredo, como se fez. Havíamos de cometer por três partes, com o grosso da gente por duas partes com os petardos, e pela muralha baixa com as esquadras; e pelas outras cinco partes da muralha se haviam de tocar armas mui rijas, para que não soubessem os de dentro por que parte lhe haviam de entrar. E como eram tão poucos, não podiam guarnecer as muralhas, ainda estando todos prevenidos, e quanto mais tomando-os nós nas camas sem sermos sentidos.

(continua)

Fonte: Biblioteca Nacional de Madrid, mss. 8187, “Interpreza intentada contra Badajoz a 31 de Julho”, fls. 36-37 v.

Imagem: Porta de Palmas, em Badajoz. Foi provavelmente por esta porta que passaram os espiões disfarçados de almocreves, a fazer o reconhecimento para a intentada operação de tomada da cidade. Fotografia retirada do blog Puertas de Badajoz, de Julián García Blanco.